El niño y la piedra mágica



Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos paisajes. En ese lugar, el agua era muy escasa y se debía cuidar con mucho esmero.

Sin embargo, a Mateo no le importaba en lo más mínimo. Un día, mientras caminaba por el pueblo, Mateo vio a su vecino Don Antonio regando las plantas de su jardín.

-¡Hola Don Antonio! ¿Por qué desperdicias tanta agua? ¡Podrías ahorrarla para cuando falte! -le dijo Mateo con tono burlón. Don Antonio suspiró y respondió: -Mateo, el agua es un recurso valioso y limitado. Si no la cuidamos ahora, nos arrepentiremos después cuando ya no tengamos suficiente.

Pero Mateo simplemente se encogió de hombros y siguió su camino sin prestarle atención a las palabras del anciano. A medida que pasaban los días, la sequía comenzó a afectar al pueblo. Los cultivos se marchitaban y los animales estaban sedientos.

La gente había comenzado a racionar el agua y solo podían usarla para lo más básico. Un día, mientras jugaba cerca del río casi seco que abastecía al pueblo, Mateo encontró una extraña piedra brillante en la orilla.

Sin pensarlo dos veces, decidió lanzarla al agua. Para su sorpresa, en ese mismo instante ocurrió algo mágico: el río empezó a llenarse nuevamente de agua cristalina hasta rebalsar. El paisaje volvió a ser verde y exuberante como antes.

Mateo estaba emocionado por su descubrimiento, pero no entendía cómo había sucedido. Decidió ir a buscar a Don Antonio y contarle lo que había pasado. Cuando encontró al anciano, Mateo le explicó todo con emoción.

-¡Don Antonio, el río volvió a llenarse de agua! ¡Fue gracias a esta piedra mágica que encontré! Don Antonio sonrió y le dijo: -Mateo, esa "piedra mágica" es en realidad un mineral llamado cuarzo.

Pero lo más importante es que tú has aprendido una valiosa lección sobre el cuidado del agua. Mateo se quedó pensativo por un momento y luego dijo: -Tienes razón, Don Antonio. Ahora entiendo que debemos cuidar el agua porque es un recurso vital para todos nosotros.

Desde ese día, Mateo se convirtió en el defensor del agua en su pueblo. Organizaba charlas educativas sobre la importancia de conservar este recurso tan preciado y animaba a los demás niños a tomar conciencia.

Gracias al compromiso de Mateo y la colaboración de toda la comunidad, el pueblo logró superar la sequía y mantener sus fuentes de agua seguras durante muchos años.

Y así fue como el niño que no cuidaba el agua se convirtió en un héroe local, enseñándole al mundo que cada pequeña acción puede marcar una gran diferencia cuando se trata de proteger nuestro planeta.

FIN.

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