El niño y los zombies curiosos
Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un barrio tranquilo de Buenos Aires. Desde pequeño, Tomás mostró una curiosidad insaciable por todos los misterios del mundo. Un día, mientras hojeaba un libro sobre criaturas fantásticas en la biblioteca de su escuela, su mirada se detuvo en una ilustración de un zombie. La imagen le pareció tan intrigante que decidió que debía aprender más sobre ellos.
- “¡Mamá! ¿Podemos investigar sobre los zombies? ” - preguntó emocionado.
Su mamá, con una sonrisa, le respondió: - “Claro, Tomás. Pero recuerda que los zombies son criaturas de ficción. Vamos a investigar juntos.”
Tomás se lanzó a la búsqueda de información. Leyó libros, vio documentales y hasta consultó a su amiga Valentina, quien era una fanática de las películas de terror.
- “Valen, ¿por qué los zombies siempre son tan aterradores? ” - preguntó Tomás.
Ella le explicó: - “Porque en las películas, los zombies suelen ser la representación del miedo a lo desconocido. Pero, ¿sabías que también pueden ser personajes divertidos? ”
Intrigado por la idea, Tomás decidió que quería crear su propio cuento de zombies, pero en vez de ser aterradores, serían zombies curiosos que querían hacer amigos. Así que se sentó a escribir.
En su historia, los zombies eran unos seres que despertaban de su sueño eterno y, en lugar de asustar a la gente, se dedicaban a explorar el mundo. Un día, dos de estos zombies, Zed y Zara, encontraron un pueblo en el que la gente les huyó despavorida.
- “¡Mirá, Zara! La gente se asusta de nosotros sin conocernos” - dijo Zed, rascándose la cabeza desaliñada.
- “¡Es verdad! Tal vez solo nos necesiten un poco de tiempo. Vamos a demostrarles que no somos peligrosos.” - sugirió Zara.
Los zombies comenzaron a ayudar a los habitantes del pueblo en sus tareas cotidianas. Recolectaban frutas, ayudaban a reparar las casas y hasta enseñaban a los niños a jugar. Poco a poco, la gente dejó de tener miedo y comenzó a acercarse a ellos.
Un día, un niño del pueblo, llamado Lucas, se animó a hablar con Zed.
- “¿Por qué no nos asustás? ” - le preguntó Lucas con curiosidad.
- “Porque queremos ser amigos. Todos merecen una oportunidad para conocernos.” - respondió Zed con una sonrisa.
Los habitantes del pueblo se sorprendieron y empezaron a ver a los zombies con otros ojos. Decidieron hacer una gran fiesta en su honor, donde todos se disfrazarían de zombies para celebrar la amistad. Tomás se emocionó al ver que su historia estaba tomando forma.
Mientras escribía, se dio cuenta de que su cuento tenía un mensaje importante: no debemos juzgar a otros por su apariencia o por lo que dicen las historias. Todos tienen un lado bueno, y a veces, solo se necesita un poco de valor para hacer nuevos amigos.
Finalmente, el día de la fiesta llegó. Tomás leyó su cuento en el escenario, y todos aplaudieron y celebraron, vistiendo maquillaje de zombies y riendo juntos. Al final del cuento, Tomás se dio cuenta de que a veces, lo que parece aterrador puede ser solo un malentendido.
- “Gracias por acompañarme en este viaje de descubrimiento, amigos. Creo que los zombies, como todo en la vida, merecen ser conocidos antes de ser juzgados.” - terminó diciendo Tomás, mientras todos celebraban con alegría.
Desde ese día, el pueblo y sus zombies curiosos vivieron en armonía, y Tomás aprendió que la curiosidad y la amistad son la clave para entender el mundo que nos rodea.
FIN.