El Nombre de la Colmena



Había una vez, en un hermoso prado de la Patagonia argentina, una colmena llena de abejas muy trabajadoras y organizadas.

En esta colmena vivía una abeja reina llamada Rosita y muchas abejas obreras que se dedicaban a recolectar néctar y polen para producir deliciosa miel. Un día, algunas abejas obreras decidieron aventurarse fuera de la colmena en busca de nuevos campos llenos de flores coloridas.

Montaron en diferentes medios de transporte como aviones, trenes e incluso bicicletas para llegar más rápido a su destino. Pero algo inesperado ocurrió: las abejas obreras se perdieron en el vasto paisaje. Intentaron regresar a la colmena siguiendo los rayos del sol, pero sin éxito alguno.

Se sentían tristes y preocupadas porque no sabían cómo volver. Fue entonces cuando una valiente abejita llamada Anita tuvo una idea brillante. Propuso que le dieran un nombre a la colmena para poder encontrarla fácilmente si alguna vez volvían a perderse.

Todas las demás abejas estuvieron de acuerdo con entusiasmo y decidieron votar por el nombre perfecto. "Propongo que nuestra querida colmena se llame "El Jardín Dorado"", exclamó Anita emocionada. "¡Sí! Ese es un nombre maravilloso", dijo Rosita con alegría.

"Vamos a votar para elegirlo oficialmente". Cada abeja escribió su voto en pequeñas hojitas y las depositó en una caja especial preparada por Anita. Después de contar los votos, se descubrió que "El Jardín Dorado" había ganado por unanimidad.

Las abejas estaban muy contentas con su nuevo nombre y sabían que nunca más se perderían. Mientras tanto, las abejas obreras perdidas continuaron buscando el camino de regreso a la colmena.

Pasaron días volando sin rumbo fijo, pero siempre mantuvieron la esperanza de encontrar "El Jardín Dorado". Un buen día, mientras volaban cerca de un arroyo cristalino, escucharon una voz familiar proveniente de un árbol cercano. Era Rosita, la abeja reina.

"¡Amigas! ¡Estoy aquí!", exclamó Rosita emocionada al verlas. Las abejas obreras corrieron hacia ella con alegría y le contaron sobre su aventura y cómo habían decidido ponerle nombre a la colmena para no volver a perderse. Rosita estaba feliz y orgullosa de sus valientes amigas.

"Gracias a su ingenio y perseverancia, ahora tenemos "El Jardín Dorado". Aquí estaremos siempre juntas", dijo Rosita sonriendo. Desde aquel día, las abejas trabajaron en equipo para hacer crecer "El Jardín Dorado".

Recolectaban néctar y polen en abundancia para producir miel deliciosa y compartir con otras colmenas vecinas. La historia de estas abejitas viajeras llegó hasta los humanos que vivían cerca del prado. Quedaron maravillados por su valentía y dedicación.

Decidieron proteger el prado y cuidar las flores para asegurarse de que las abejas tuvieran siempre un hogar seguro.

Y así, gracias a la inteligencia y el trabajo en equipo de estas abejas, "El Jardín Dorado" se convirtió en un lugar mágico donde reinaba la amistad y la dulzura. Y cada vez que una abeja volvía de su viaje, sabía que siempre encontraría su camino de regreso a casa.

FIN.

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