El nombre secreto de Mateo
Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño curioso y aventurero que siempre estaba buscando nuevas experiencias.
Un día, mientras jugaba en el bosque cerca de su casa, se encontró con un hada mágica. El hada le dijo a Mateo que había perdido algo muy importante: su nombre. Mateo se sorprendió mucho al escuchar esto, ya que no podía recordar cuál era su nombre.
El hada le explicó que sin su nombre, él no podría ser completamente feliz ni alcanzar todo su potencial. Mateo decidió emprender un viaje para encontrar su nombre perdido.
Recorrió valles y colinas, habló con animales del bosque y preguntó a las estrellas en el cielo, pero nadie parecía conocer cuál era su verdadero nombre. Después de mucho buscar, llegó a la cueva del sabio anciano del pueblo.
El anciano lo miró con bondad y le dijo: "Tu nombre está dentro de ti desde el primer día que naciste. Solo debes escuchar tu corazón para poder encontrarlo". Mateo reflexionó sobre las palabras del anciano y decidió meditar en silencio durante varios días.
Escuchaba atentamente los latidos de su corazón y los susurros del viento hasta que finalmente, una mañana soleada, sintió una paz profunda invadiendo todo su ser. En ese momento, una voz cálida resonó en su interior diciendo: "¡Soy Mateo!".
Una luz brillante iluminó la cueva y el anciano sonrió con orgullo al ver al niño descubrir la verdad por sí mismo.
Lleno de alegría y gratitud, Mateo salió corriendo de la cueva hacia el pueblo para contarles a todos que había encontrado su nombre perdido. La gente se reunió a su alrededor para celebrar este maravilloso acontecimiento. Desde ese día en adelante, Mateo vivió cada momento con plenitud y amor porque ahora sabía quién era realmente.
Y aunque seguía siendo tan curioso y aventurero como siempre, nunca más olvidaría cuál era su verdadero tesoro: ¡su propio nombre!"¿Cómo te sentís ahora que encontraste tu nombre?", preguntó el hada mágica.
"Me siento completo y feliz", respondió Mateo con una sonrisa radiante. - Y así, juntos disfrutaron de la magia que traía consigo conocerse a uno mismo profundamente.
FIN.