El nuevo amigo



Había una vez en un jardín de infantes, un grupo de chicos y chicas de 2 años muy divertidos y curiosos.

Entre ellos se encontraban Tomás, un niño rubio con pecas en la cara; Lucía, una niña morena con rulos rebeldes; Juan, un pequeño pelirrojo con ojos verdes; y Sofía, una niña castaña con trenzas. Un día, al llegar al jardín de infantes, la maestra les dijo que iban a tener un nuevo compañero llamado Marcos.

Todos los niños estaban emocionados por conocerlo. Cuando llegó Marcos, todos se dieron cuenta de que era diferente a ellos. Tenía el pelo corto y negro como el carbón y su piel era oscura como la noche.

Pero eso no importaba para los pequeños amigos del jardín de infantes. Tomás fue el primero en acercarse a Marcos para saludarlo: "¡Hola! ¿Cómo te llamas? Yo soy Tomás". Marcos sonrió tímidamente: "Hola, yo soy Marcos".

Lucía también se acercó a él: "¡Hola! Yo soy Lucía. ¿Quieres jugar con nosotros?". Juan estaba jugando con unos bloques pero escuchó la conversación y decidió sumarse: "¡Yo también quiero jugar! Vamos a hacer una torre gigante".

Sofía se sumó entusiasmada: "¡Sí! Y después podemos pintar dibujos muy coloridos". Todos comenzaron a jugar juntos sin importar las diferencias físicas entre ellos. Los bloques volaban por el aire mientras reían felices. Pero entonces ocurrió algo inesperado.

La pelota que estaban usando para jugar se escapó y fue a parar al jardín de enfrente, donde había un grupo de niños mayores. Los niños mayores eran más grandes y fuertes que ellos.

Uno de ellos agarró la pelota y se acercó a los pequeños amigos del jardín de infantes: "¡Esta pelota es nuestra! ¿Qué hacen aquí?"Tomás, Lucía, Juan, Sofía y Marcos se miraron entre sí sin saber qué hacer.

Pero entonces Tomás tomó la palabra: "Esta pelota es nuestra porque estábamos jugando con ella antes. Además, no importa si somos diferentes a ustedes, todos somos iguales". Los niños mayores parecieron sorprendidos por las palabras de Tomás pero luego comenzaron a reírse burlonamente. Sin embargo, algo extraño sucedió después.

Uno de los niños mayores se acercó lentamente y le entregó la pelota a Tomás: "Tienes razón chico rubio con pecas en la cara. Todos somos iguales".

Los pequeños amigos del jardín de infantes volvieron corriendo felices con su pelota y siguieron jugando juntos durante horas. Desde ese día en adelante aprendieron una valiosa lección sobre diversidad e igualdad.

Descubrieron que aunque fueran distintos físicamente, lo importante era tratar a todos por igual sin importar el color de piel o el aspecto físico que tuvieran. Y así termina esta historia infantil inspiradora y educacional sobre cómo la diversidad puede ser una fortaleza cuando entendemos que todos somos iguales en esencia.

FIN.

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