El Nuevo Comienzo de Amistad



Había una vez en una escuela de un pequeño barrio, un grupo de cuatro amigas inseparables: Valen, Luli, Ana y Mei. Ellas hacían todo juntas: jugaban a la pelota, hacían collage, y hasta se quedaban a comer juntas en casa de alguna de ellas. Eran un verdadero equipo, y se entendían a la perfección.

Un día, mientras estaban en el patio durante el recreo, una maestra anunció la llegada de dos nuevos compañeros: un niño llamado Tomás y una niña llamada Sara.

"¡Hola chicas! Hoy tenemos nuevos amigos en clase, ¡Tomás y Sara!" - dijo la maestra con entusiasmo.

Valen, que siempre era la más extrovertida, comentó:

"¡Qué emoción! Deberíamos invitarlos a jugar con nosotras."

Luli, con una mirada un poco preocupada, respondió:

"No sé, Valen. ¿Y si no les gusta jugar con nosotras?"

"¿Por qué no intentamos? No podemos juzgarlos sin conocerlos", sugirió Ana con optimismo.

Mei, que era la más tímida del grupo, se quedó callada, pero sus ojos brillaban con curiosidad.

Así, las chicas decidieron acercarse a Tomás y Sara. Cuando las encontraron, estaban sentados juntos en un banco, con un aire de timidez.

Valen se acercó primero.

"¡Hola! Nosotros somos Valen, Luli, Ana y Mei. ¿Quieren jugar a la pelota con nosotras?"

Tomás levantó la vista y sonrió:

"¡Me encantaría! Pero no sé jugar muy bien."

Sara, asintiendo con la cabeza, agregó:

"A mí me gusta mucho el arte. Quizás podríamos hacer un mural juntos en vez de jugar a la pelota."

Las amigas se miraron entre sí, sintiendo que la situación no iba como esperaban.

"Bueno, podemos hacer eso. ¡El mural suena genial!" - dijo Luli, intentando mantener el ánimo.

El grupo decidió dividirse. Luli y Mei se quedarían con Sara para dibujar, mientras que Valen y Ana jugarían a la pelota con Tomás. Al final del día, todos estaban un poco más cómodos, pero había un sentimiento de desacuerdo en el aire.

Mientras jugaban, Valen le preguntó a Tomás:

"¿Por qué no viniste antes a nuestra escuela?"

Tomás se encogió de hombros.

"Mis papás se mudaron mucho, y esta es la primera vez que tengo que cambiar de escuela. A veces me cuesta hacer amigos."

Ana, que estaba escuchando, se unió a la conversación,

"A mí también me pasó cuando cambié de escuela. Siempre es difícil al principio. Pero está bueno intentar hacer nuevos amigos."

Tomás sonrió. Sus ojos brillaron por primera vez desde que llegó.

"Gracias. Me gusta esta escuela, aunque al principio estaba muy nervioso."

Mientras tanto, en el rincón del mural, las chicas estaban descubriendo el talento artístico de Sara.

"Mirá este dibujo que hice" - dijo Luli, mientras mostraba un boceto de un sol radiante.

"¡Es hermoso! Quiero dibujar flores grandes alrededor" - exclamó Mei.

"Y podemos dibujar un árbol con una gran rama para que todos se sienten debajo" - sugirió Sara, muy entusiasmada.

Minutos después, se dieron cuenta de que sus ideas se complementaban y, aunque fueron grupos diferentes, estaban logrando algo genial, cada uno a su manera.

Al finalizar el recreo, el timbre sonó, y se sintieron unidas a pesar de no haber jugado del todo juntas. Luli miró a sus amigas y dijo:

"Chicas, creo que tenemos que invitar a Tomás y Sara de nuevo. La pasamos muy bien hoy."

Las demás asintieron con la cabeza. De repente, lo que parecía una situación incómoda se había convertido en la caída de una nueva amistad.

En los días siguientes, el grupito ahora de seis, exploró juntos muchas actividades, desde el fútbol hasta las artes. Janus y Sara se volvieron parte de su pandilla, y así, todos aprendieron que las diferencias pueden enriquecer la amistad.

"Gracias por hacernos sentir bienvenidos, chicas" - dijo Tomás un día.

"Y gracias por aceptar nuestras locuras" - añadió Sara.

Las amigas se miraron y sonrieron. Aquella experiencia les enseñó que abrirse a nuevas amistades, aunque a veces intimidante, podía traer sorpresas muy agradables y grandes momentos. Y así, el grupito se volvió más fuerte, más diverso y más feliz que nunca.

Como resultado, cada uno aprendió que la amistad no se trata de encajar en un molde, sino de celebrar lo que cada uno trae a la mesa. Y así, la historia del grupo de amigas dio un nuevo giro, dejándolas con un mensaje importante: siempre hay espacio para más amigos en el corazón.

Y fueron felices, disfrutando de su hermosa diversidad, colorido mural y juegos. Fin.

FIN.

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