El nuevo comienzo de Federico



Federico era un niño que vivía en un pequeño barrio. Tenía amigos, un lugar donde jugar y un equipo de fútbol al que todos los sábados asistían para hacer lo que más les gustaba: patear la pelota y disfrutar de la tarde. Sin embargo, un día, su papá le dio una noticia inesperada.

- Federico, tenemos que hablar - dijo papá con voz seria, mientras lo llamaba desde la mesa del comedor.

- ¿Qué pasa? - preguntó Federico, sintiéndose un poco preocupado.

- Nos mudamos. Vamos a vivir a otra ciudad - explicó su papá.

Federico sintió un nudo en el estómago. Mudarse significaba dejar atrás a sus amigos, su casa y todo lo familiar que lo rodeaba.

- Pero papá, no quiero irme - dijo Federico, asomando una lágrima.

- Sé que es difícil, pero será un nuevo comienzo. Tendrás nuevas experiencias, nuevos lugares y, con un poco de suerte, nuevos amigos - respondió su papá, intentando animarlo.

A la semana siguiente, la familia de Federico llegó a la nueva casa. Era una casa grande con un lindo jardín, pero Federico se sentía triste. En su primer día en la nueva escuela, caminó nervioso por las aulas. A su alrededor, niños conversaban y reían, pero Federico no se atrevía a acercarse.

En clase, la profesora los alentó a presentarse.

- ¡Hola! Yo soy Ana - dijo una niña con una gran sonrisa.

- Yo soy Pedro - agregó un niño que parecía muy entusiasta.

Federico, en cambio, solo murmuró su nombre mientras se sonrojaba.

La semana pasó sin que Federico hiciera nuevos amigos. Se sentía cada vez más solo y la timidez lo bloqueaba. Una tarde, mientras caminaba hacia el parque, decidió sentarse en un banco a observar a los demás niños jugar.

De pronto, escuchó un sonido de risas y al mirar hacia allí vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Se le llenaron los ojos de emoción.

- ¿Te gustaría jugar con nosotros? - preguntó uno de los chicos, al darse cuenta de que Federico observaba. Era Lucas, un niño que parecía muy amable.

Federico, un poco sorprendido, dudó. - Soy un poco malo jugando... no creo que sea buena idea - respondió con voz temblorosa.

- Todos empezamos en algún lado. ¡Ven! Solo es por diversión - insistió Lucas con una gran sonrisa.

Finalmente, algo dentro de Federico lo empujó a unirse. A pesar de su timidez, corrió hacia el grupo y se presentó.

- ¡Hola! Soy Federico.

- ¿Listo para jugar, Federico? - dijo Lucas, pasándole el balón.

Entre risas y juegos, Federico empezó a relajarse. La timidez se desvanecía mientras corría detrás de la pelota. En ese momento, comprendió que los nuevos amigos podían ser tan divertidos como los antiguos.

Después de unos minutos, Federico hizo una jugada increíble, pateó la pelota y anotó un gol. Todos gritaron de alegría.

- ¡Eso estuvo genial, Federico! - exclamó Lucas.

- ¡Sos un crack! - agregó otro niño.

Desde ese día, Federico volvió al parque todos los días y se unió al grupo de fútbol. Con el tiempo, hizo una amistad muy fuerte con Lucas, Ana y otros niños que eran parte de su nuevo mundo.

- Nunca imaginé que mudarme sería tan bueno - confesó Federico en una de sus charlas con Lucas.

- A veces, hay que salir de la zona de confort. ¡Y ver lo que pasa! - respondió Lucas, alzando el pulgar en señal de aprobación.

Al final del año, Federico estaba tan contento con su nueva vida que se olvidó por completo de lo difícil que había sido al principio. Había aprendido que un nuevo comienzo puede ser aterrador, pero que también puede traer oportunidades maravillosas.

Gracias a su valentía y a un pequeño empujón de un nuevo amigo, Federico descubrió que la timidez se puede superar con amistad y un poco de diversión.

FIN.

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