El Nuevo Comienzo de Mateo
Mateo era un niño de diez años que vivía en una ciudad llena de ruido, pero un día su papá recibió una oferta de trabajo en un lugar diferente, más tranquilo, cerca del mar. Justo antes de comenzar el nuevo año escolar, la familia se mudó a un pequeño pueblo donde todo era distinto: las casas eran de colores, había un mercado en la plaza todos los sábados y los pescadores regresaban al atardecer con sus redes llenas de peces.
El primer día de clases, Mateo se sentía nervioso. Al entrar al aula, notó que todos los niños lo miraban con curiosidad. Uno de ellos, con una sonrisa grande y un gorro colorido, se acercó y le dijo:
- “¡Hola! Soy Nico. ¿Vas a ser nuestro nuevo compañero? ”
- “Eh, sí. Soy Mateo. Encantado.”
Esa pequeña conversación fue el primer paso para que Mateo se sintiera un poco más cómodo en su nuevo entorno. Sin embargo, a medida que pasaban los días, se dio cuenta de que había diferencias culturales. En su antigua escuela, los recreos eran un momento para jugar fútbol, pero aquí todos corrían a la plaza para jugar a la rayuela o a las escondidas.
Un día, mientras estaba en clase de arte, la maestra pidió a cada uno que hiciera un dibujo de algo que representara su hogar. Mateo se sintió abrumado y, al principio, no sabía qué hacer. Recordó su vieja habitación llena de libros y su viejo perro Gonzalo, pero no podía plasmar eso en un dibujo.
Un poco desanimado, Mateo se acercó a Nico en el recreo.
- “Nico, no sé cómo dibujar mi hogar. Me siento raro aquí.”
- “No te preocupes. A veces, lo importante no es solo lo que dibujás, sino cómo te sentís. ¿Por qué no haces un collage con cosas que te recuerden a tu casa? ”
Esa idea iluminó a Mateo. Al día siguiente, trajo recortes de revistas y fotos de su vida anterior. Al ver lo que hizo, sus compañeros lo alentaron.
- “¡Es genial, Mateo! Tenés un estilo único.”
- “Yo nunca hubiese pensado en hacer un collage. ¡Sos un genio! ”
Mateo no solo mostró su arte, sino que, poco a poco, se empezó a sentir parte del grupo. Cada recreo, corría a jugar con sus nuevos amigos. Pero, no todo fue fácil. Algunas semanas después, durante una competencia escolar de talentos, Mateo decidió participar con una canción que le había enseñado su abuelo.
Los ensayos comenzaron y allí, Mateo se dio cuenta de que no cantaba tan bien como creía. Un día, después de un ensayo fallido, se enfrentó a sus miedos.
- “No sé si puedo hacerlo, más bien debería desistir.”
- “Es normal sentir miedo, Mateo. Lo más importante es que disfrutes y que des lo mejor de vos. ¡Vamos a intentarlo juntos! ” le dijo su amiga Ana, otra compañera de clase.
Esa noche, Mateo practicó en casa y, aunque no era perfecto, se sintió más confiado. El día de la presentación llegó, y estaba nervioso, pero al ver a sus amigos sonriendo y animándolo desde el público, se llenó de valor. Cuando comenzó a cantar, recordó las palabras de Ana y se dejó llevar por la música.
Al finalizar, la sala estalló en aplausos.
- “Lo hiciste muy bien, Mateo. ¡Sos un gran cantante! ” gritaron sus compañeros.
- “Gracias, chicos, no lo hubiese hecho sin ustedes.”
La experiencia no solo le dio confianza, sino que le enseñó que no siempre las cosas salen como uno espera, pero hay belleza en intentarlo. Al finalizar el año escolar, Mateo no solo había hecho amigos que se sintieron como familia, sino que también descubrió en él una pasión por la música y el arte.
Con el tiempo, Mateo fue cumpliendo pequeñas metas, desde pintar murales en su escuela hasta organizar una presentación musical. Había llegado un niño nervioso y temeroso, y ahora era un chico lleno de sueños y amigos a su lado. En su corazón, había sentido que, aunque había dejado atrás una vida, había encontrado una nueva que lo hacía feliz, todo gracias a su coraje por adaptarse y descubrirse a sí mismo.
FIN.