El nuevo comienzo de Valentina
Valentina era una niña de diez años que siempre había vivido bajo la misma sombra: la de su hermana mayor, Lucía. Desde que tenían memoria, las dos se habían peleado por todo.
"¡Esa es mi muñeca!" - gritaba Valentina al ver a Lucía jugando con su juguete favorito.
"Te lo dije mil veces, no es tu muñeca, ¡es la que me regaló mamá!" - respondía Lucía, con la frente arrugada de desagrado.
Las peleas se hicieron tan habituales que sus padres decidieron cambiar a Valentina de escuela para que pudiera tener un nuevo comienzo y tal vez, así, dejar atrás las constantes discusiones con su hermana. Valentina estaba emocionada y un poco asustada al mismo tiempo. El primer día en su nueva escuela se sintió como una aventura.
Llegó a su nueva aula llena de expectativas, pero pronto se dio cuenta de que no era fácil hacer nuevos amigos. La maestra, la señorita Ana, era muy amable, pero Valentina se sentía sola. Todos los otros niños ya se conocían y formaban grupos. En lugar de prestar atención a las clases, se preocupaba por no encajar y terminó cayendo en la trampa de distraerse.
Cuando volvían las tareas, Valentina no pudo entregar nada. Las notas comenzaron a bajar y su confianza también. Aunque en casa no le decía a sus padres lo que pasaba, sí recibió un mensaje claro de su madre:
"Valentina, ¿te gustaría que nos sentemos a estudiar juntos? Tal vez te ayude un poco más."
Valentina, avergonzada por sus malas notas, asintió con la cabeza. Pero en el fondo sabía que tenía que solucionarlo sola. En la escuela, la situación se volvió aún más complicada. Un día la señorita Ana decidió hacer una actividad diferente para fomentar la amistad. Les pidió a los estudiantes que formaran equipos y crearan un proyecto sobre el cuidado del medio ambiente.
"¡Esto será divertido!" - dijo una de las chicas. Pero Valentina se quedó sin palabras. No sabía a quién elegir para su equipo. Mirando a su alrededor, notó que algunos de sus compañeros tampoco tenían pareja. Entonces decidió dar el primer paso.
"Hola, ¿querés ser mi compañera en el proyecto?" - preguntó a una niña que parecía tan tímida como ella.
"¡Sí!" - respondió la niña con una sonrisa. "Me llamo Sofía."
A partir de ahí, Valentina y Sofía se unieron y comenzaron a trabajar juntas. Se sorprendieron al descubrir que el esfuerzo debía ser compartido, y que podían ayudarse mutuamente. Al final, crearon un proyecto muy bonito que encantó a la señorita Ana. Fue su primer logro en la nueva escuela.
Cuando presentaron su trabajo, Valentina sintió una alegría que nunca había experimentado antes. Al terminar, la maestra les dijo:
"¡Excelente trabajo! Ustedes han mostrado cómo el trabajo en equipo puede llevar al éxito."
Esa tarde, al llegar a casa, Valentina decidió hablar con Lucía, su hermana. Ya no sentía esa frustración de antes.
"Hola, Lu. Hoy tuve un buen día, hice una amiga en la escuela y saqué una buena nota. ¿Querés que te cuente sobre mi proyecto?" - dijo Valentina.
A sorpresa de Valentina, Lucía sonrió.
"¡Claro! Me encantaría escucharlo. Tal vez yo pueda ayudarte a mejorar aún más si me decís lo que hiciste."
De repente, Valentina se dio cuenta de que había abierto una puerta para unir a su hermana y para unirlas. No se trataba de quien ganaba más peleas, sino que juntas podían disfrutar de sus cosas en común.
Con el tiempo, Valentina comenzó a alcanzar sus metas en la escuela y su relación con Lucía mejoró. Se volvieron cómplices en diversas aventuras.
Un buen día, cuando llevaron a cabo un proyecto en conjunto, Valentina abrazó a Lucía.
"Mirá lo lejos que hemos llegado, ¿no?" - le dijo.
"Sí, pero lo más importante es que ahora estamos juntas. Es mucho más divertido ser amigas que pelearnos." - respondió Lucía con una sonrisa.
Y así, Valentina aprendió que a veces un nuevo comienzo no solo se trata de cambiar de lugar, sino también de dar oportunidades, dejar de lado las peleas y aprender a disfrutar del viaje, siempre con una sonrisa y nuevos amigos junto a ella.
FIN.