El nuevo en la clase



Era un día soleado en la pequeña ciudad de Villa Rosa. Los alumnos de la escuela primaria se preparaban para un nuevo año escolar lleno de aventuras. Estaba Sofía, una chica que conocía cada rincón de la escuela y que había pasado por todos los grados. Pero este año, algo diferente iba a suceder: un nuevo compañero iba a unirse a la clase.

Al llegar, Tomás, el chico nuevo, se sintió un poco nervioso. Nunca había estado en Villa Rosa antes y no conocía a nadie. Cuando entró al aula, todos los ojos se posaron en él. Sofía, que estaba sentada cerca de la ventana, se dio cuenta de que Tomás parecía asustado.

"¡Hola! Soy Sofía. No te preocupes, aquí todos somos amigos", le dijo sonriendo.

Tomás sonrió tímidamente. "Hola, soy Tomás. Me mudé aquí hace unos días."

Mientras Tomás se acomodaba, un maestro de aspecto serio y con grandes gafas entró en la clase. Era el Prof. González, conocido por ser un poco molesto y estricto.

"¡Silencio!", gritó el profesor. "Hoy comenzaremos con una actividad muy importante: el examen de matemáticas."

Todos los alumnos se quedaron en silencio y Bud, un chico travieso al fondo, murmuró: "Siempre con los exámenes...".

El profesor lanzó una mirada severa. "¿Qué dijiste, Bud?". Bud simplemente se encogió de hombros, mientras Sofía se inclinaba hacia Tomás y le decía:

"No te preocupes, el Prof. González solo quiere que aprendamos, pero de un modo un poco raro."

Mientras las semanas pasaban, Sofía se volvió la mejor amiga de Tomás. Le mostró la escuela y le ayudó a hacer amigos. Pero el profesor Gonzalez no facilitaba las cosas. Cualquier ruido, o gesto, lo hacía enojar. "¡Silencio, clase! ¡No vine aquí a escuchar charlas!" era su frase favorita.

Un día, decidieron hacer un proyecto sobre el reciclaje para la feria de ciencias. "Podemos hacer algo genial con botellas y papel", sugirió Sofía.

Tomás asintió, emocionado. "Sí, y podríamos explicar por qué es importante reciclar".

Sin embargo, a medida que avanzaban, el profesor González se volvió cada vez más crítico. "Esto no tiene sentido. Necesitan ser más serios". Sofía y Tomás intercambiaron miradas de frustración.

"¿Y si le pedimos ayuda?", sugirió Tomás. Sofía lo miró sorprendida, pero luego sonrió. "Buena idea. Quizás si le mostramos nuestra pasión, cambiará de parecer".

Así que decidieron hablar con él después de clase. "Profesor, estamos trabajando en este proyecto de reciclaje y nos gustaría que nos diera su opinión", dijo Sofía con voz firme. El maestro levantó la mirada. "¿Por qué creen que necesito ayudarles?".

Tomás dio un paso adelante. "Porque tenemos muchas ideas y queremos hacer algo importante, pero necesitamos orientación".

Para sorpresa de ambos, el Profesor González examinó sus notas. "Entiendo su inquietud. Estoy aquí para ayudarles, pero deben estar dispuestos a trabajar duro".

A partir de ese momento, la relación entre ellos cambió. El profesor empezó a guiarlos y dio valiosos consejos.

Finalmente, llegó el día de la feria de ciencias. Su proyecto sobre el reciclaje fue un gran éxito. Los demás estudiantes se acercaron a preguntar y el profesor González sonreía con orgullo.

"Estoy muy orgulloso de ustedes dos. Fue un buen trabajo", les dijo. Tomás y Sofía no podían creerlo. "Gracias, profesor!".

Al final de la jornada, Sofía comentó a su amigo: "Mirá, a veces las cosas no son como parecen. Dimos una oportunidad y el profe resultó ser genial".

"Sí, justo como en la vida, nunca hay que juzgar sin conocer", respondió Tomás contento.

Desde aquel día, Tomás se sintió como en casa en Villa Rosa, y Sofía aprendió que incluso los personajes más serios pueden tener un lado amable. Juntos, se convirtieron en un gran equipo, no solo en la escuela, sino también en la vida, donde las lecciones siempre continúan aprendiendo.

FIN.

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