El Nuevo Hogar de Lía



Era un día soleado en la ciudad cuando Lía llegó a su nuevo hogar. Con sólo cinco años, había pasado por muchas cosas, pero esta vez, sentía mariposas en el estómago y una esperanza que empezaba a florecer.

Cuando Lía cruzó la puerta, un grito lleno de alegría la recibió de inmediato.

"¡Bienvenida, Lía!" - exclamó su nueva hermana mayor, Sofía, de diez años.

"Sí, bienvenida a nuestra familia, Lía!" - dijo Valentina, la otra hermana, que tenía ocho años.

Aunque Lía sonrió, en su interior sentía un poco de miedo. Saber que iba a vivir con personas completamente nuevas la llenaba de nerviosismo.

La mamá, Claudia, se agachó a su altura y le dijo:

"No te preocupes, Lía. Aquí siempre habrá un lugar para ti. Estamos muy contentos de tenerte con nosotros."

"Sí, ¡quiero mostrarte mis juguetes!" - agregó Sofía, llevando a Lía hacia su habitación.

La habitación era colorida y estaba llena de juguetes. Lía miró con asombro. Nunca había tenido tantos colores y formas a su alrededor. Sin embargo, su corazón aún se sentía extraño, como si no encajara del todo.

Sofía se dio cuenta de que Lía no estaba tan entusiasmada como ella.

"¿Te gustaría jugar a las muñecas?" - le preguntó, intentando hacerla sonreír.

"No sé... nunca tuve una muñeca..." - contestó Lía, avergonzada.

Valentina, que estaba organizando los libros, se acercó.

"¡Yo tengo una muñeca que quiere ser tu amiga! Se llama Luna, y es muy divertida. Yo también quiero jugar."

Lía miró a Valentina, que le mostró una hermosa muñeca con un vestido brillante.

"Está bien... pero sólo un rato, porque todavía me siento un poco... rara." - dijo Lía.

A medida que pasaron los días, Lía comenzó a adaptarse. Cada mañana, sus nuevas hermanas la despertaban con canciones y risas. El papá, Javier, siempre tenía historias divertidas para contarles y la mamá les preparaba sus desayunos favoritos. Sin embargo, había algo que a Lía le preocupaba: no quería molestar. No quería ser una carga.

Una tarde, mientras todos jugaban en el jardín, asomó su preocupación.

"¿Les gustaría si yo no estuviera aquí?" - preguntó con voz temblorosa.

Las dos hermanas se miraron, sorprendidas.

"¿Por qué dices eso?" - preguntó Sofía.

"Por si soy un problema para ustedes..." - Lía bajó la mirada.

Valentina se acercó y le dijo firmemente:

"Lía, no eres un problema. Te queremos en nuestra familia. Cada una de nosotras tiene algo especial que aporta. Tú eres la chispa que nos faltaba."

El papá, que había escuchado, se unió a la conversación.

"Lía, ser parte de una familia es apoyar y ayudar a cada uno. Y eso incluye también a ti. Estamos aquí para cuidarte, y no hay lugar para las dudas."

Lía sintió que algo cálido llenaba su corazón. Por primera vez, realmente se sintió parte de esa familia.

Unos días después, llegó el momento de la primera fiesta de cumpleaños de Lía con su nueva familia. Todos estaban emocionados y prepararon una sorpresa inmensa. Una hermosa torta con su nombre y decoraciones de arcoíris. Cuando Lía vio todo, sus ojos se llenaron de lágrimas.

"¿Es para mí?" - preguntó confundida.

"¡Claro! Queremos que sea un día especial. Te amamos y celebramos que eres parte de nuestra familia!" - dijo la mamá con una sonrisa.

Lía cortó la torta y, antes de dar el primer bocado, pidió un deseo en voz alta.

"Que siempre seamos felices juntos."

La fiesta fue un éxito, risas, canciones y juegos llenaban el ambiente. Lía finalmente entendió la importancia de tener una familia que la quería, y que su lugar en ella era tan especial como el de cada uno de ellos.

Pasaron los meses y, en cada momento compartido, el amor creció. Lía se atrevío a cada día ser más ella misma, y sus hermanas la ayudaron a descubrir su talento para dibujar. Un día, la escuela organizó un concurso de arte, y Lía decidió participar. Con el apoyo de su familia, pintó una obra que representaba a todos juntos bajo un arcoíris.

"¡Lía, tu pintura es hermosa!" - exclamó Claudia mientras la observa con orgullo.

"Sí, ¡mereces ganar!" - agregó Sofía.

El día de la exposición, Lía se sintió nerviosa, pero cuando vio a su familia apoyándola desde la primera fila, su miedo desapareció. Al final, su pintura fue seleccionada para el primer premio.

"¡Lo logré!" - gritó Lía mientras saltaba de felicidad.

"Sí, lo hiciste, y sabemos que este es solo el comienzo de muchas cosas más."

Aquella niña que alguna vez sintió que no encajaba, ahora sabía que el amor y la familia no tienen límites. Con un nuevo comienzo y una sonrisa brillante, el hogar de Lía era un lugar lleno de risas, sueños y amor. Cada día aprendía algo nuevo y a las noches se acostaba sintiéndose feliz.

Así, Lía vivió aprendiendo a ser valiente, a reír y a amar en su nuevo hogar, donde ya no había lugar para los miedos y donde, sobre todo, se sintió querida por ser quien realmente era.

FIN.

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