El Nuevo Hogar de Mateo



En un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas y montañas, vivía un niño llamado Mateo. Era un niño risueño, pero a veces la tristeza le ganaba al recordar que sus padres ya no estaban. Desde que ellos se fueron, vivía con su abuelita Rosa, quien lo cuidaba con mucho cariño. Rosa era una mujer de grandes abrazos y cuentos fantásticos, pero también era mayor y a veces se sentía cansada.

Un día, mientras Mateo ayudaba a su abuela en el jardín, ella le dijo:

"Mateito, creo que siempre habrá un lugar especial para nosotros en la vida, pero a veces las cosas pueden cambiar para mejor."

Mateo la miró con curiosidad. ¿A qué se refería?

Poco después, un sonado cartel apareció en la plaza del pueblo. Decía: "Día de Adopción en el Centro Comunitario". La abuelita sonrió y le dijo:

"Quizás sería bueno que fueras a conocer a otras familias, hijo. Nunca se sabe qué sorpresas puede traer la vida."

Mateo se sintió un poco nervioso, pero la idea de tener una nueva familia también le emocionaba. Así que, el día del evento, se preparó con entusiasmo: se puso su mejor camiseta y peinó su cabello con esmero.

Al llegar, vio a muchos niños jugando con familias sonrientes. Mateo se sentó en un rincón, sintiéndose un poco como un pez fuera del agua. De repente, un grupo de niños se acercó a él y comenzaron a jugar.

"¡Hola! Soy Sofía y ellos son Tomás y Nico. ¿Querés jugar con nosotros?"

"¡Claro!" contestó Mateo, olvidándose un poco de su nerviosismo.

Jugando y riendo, el tiempo pasó volando. Mientras tanto, algunas familias pasaban y miraban a Mateo. Una madre de grandes ojos brillantes y un padre fuerte como un roble se acercaron a él.

"Hola, niño, ¿cómo te llamás?" preguntó la madre sonriendo.

"Soy Mateo. ¿Y ustedes?"

"Yo soy Clara y este es Pablo. Nos gustaría conocerte un poco más."

Mateo sintió que había algo especial en esos dos. Se hablaron por un buen rato, hasta que Pablo le preguntó:

"¿Te gustaría venir a vivir con nosotros, Mateo? Hay un lugar lleno de amor y risas en nuestra casa."

Mateo se quedó mudo. ¿Venía propuesta de una familia nueva? Su corazón latía rápido.

"¿Me están diciendo que puedo ser parte de su familia?" preguntó, con la voz temblorosa.

"Sí, Mateo. Nos encantaría tenerte con nosotros," respondió Clara.

Mateo pensó en su abuela. ¿Qué pasaría con ella? Entonces, señalando a Rosa que estaba sentada un poco más lejos, aclaró:

"Pero...yo no puedo dejar a mi abuela sola."

"La familia no se trata solo de vivir juntos, Mateo. Se trata de amar y cuidar los unos de los otros. Podemos ser una birra grande y seguir visitando a tu abuela. Siempre habrá lugar para ella en nuestras vidas."

Mateo miró a su abuelita y su corazón le decía que tal vez, solo tal vez, esto podría ser una buena opción. Después de hablarlo con su abuela, decidió que lo intentaría. Rosa le dio su bendición con una sonrisa llena de amor.

Al llegar a la casa nueva, sintió una calidez que no había experimentado antes. Había juguetes en cada rincón, una cocina donde se cocinaban deliciosas comidas y un jardín que prometía aventuras.

"¡Bienvenido a tu nuevo hogar, Mateo!" gritaron Sofía, Tomás y Nico al unísono.

Con el paso de los días, Mateo comprendió lo que significaba tener una familia. Pasó de jugar en la plaza a hacer fogatas en el jardín, de contar cuentos bajo las estrellas a hacer tareas juntos con Clara y Pablo. Y lo mejor de todo era que nunca se olvidaron de la abuelita Rosa. Cada semana, la invitaban a la casa, donde reían, compartían y disfrutaban de ricas comidas juntos.

Un día, mientras armaban un rompecabezas, Mateo miró a todos y dijo:

"Nunca imaginé que podía ser tan feliz. Gracias por darme un hogar lleno de amor."

"Y gracias a vos por dejar entrar en tu vida a esta nueva familia. ¡Sos parte importante de nosotros!" respondió Clara, abrumada por la emoción.

Y así, Mateo no solo encontró una familia, sino también un hogar donde se sentía querido y valorado. Aprendió que el amor se multiplica cuando se comparte, y que siempre hay espacio para más entre los corazones de aquellos que se cuidan. No importaba si su vida había cambiado de rumbo, lo importante era donde se encontraba ahora: rodeado de amor.

Y así, Mateo vislumbró que la felicidad no solo se encuentra en una casa, sino en las personas que elegimos tener a nuestro lado.

FIN.

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