El nuevo hogar de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en una bulliciosa ciudad. Un día, su papá recibió una oferta de trabajo en Uruguay y, aunque Tomás estaba un poco asustado, su familia decidió mudarse y comenzar una nueva aventura.

Cuando llegaron a Uruguay, Tomás se sintió un poco extraño en un lugar que no conocía. La primera semana fue difícil, pues extrañaba a sus amigos y todo lo que había dejado atrás.

Un día, mientras paseaba por el barrio, Tomás notó una pelota de fútbol rodando hacia él. Sin pensarlo, pateó la pelota de vuelta a un grupo de chicos que estaban jugando.

"¡Hola! ¿Te querés unir a nosotros?" - le gritó uno de ellos, con una sonrisa amplia.

"Hola... soy Tomás, recién llegué a vivir aquí", respondió tímidamente.

"No hay problema, ¡todos son bienvenidos!" - dijo una niña de cabello rizado. "Soy Valentina, y este es mi hermano, Martín. ¿Te gusta el fútbol?"

Tomás sonrió, sintiendo que una brisa cálida le daba la bienvenida.

"Me encanta el fútbol, ¡pero no soy muy bueno!"

"¡No importa! Vamos a divertirnos y a practicar juntos," - dijo Martín.

A partir de ese día, Tomás comenzó a jugar todos los días con sus nuevos amigos. A medida que se iba adaptando a su nuevo hogar, comenzó a descubrir cosas maravillosas sobre Uruguay. Cada domingo, su mamá lo llevaba a la rambla, donde podía ver el Río de la Plata.

"¡Mirá, Tomás!" - decía su mamá mirando al horizonte. "Ese es el río más ancho del mundo. Siempre he querido que vengas a verlo."

Tomás miraba con asombro; le encantaba el sonido de las olas arrastrándose en la arena.

Con el tiempo, Tomás comenzó a aprender sobre la cultura uruguaya. Se unió a un taller de murga, donde se disfrazaban, bailaban y cantaban. Se divirtió tanto que se dio cuenta de que había más similitudes que diferencias entre su viejo hogar y este nuevo lugar.

Un día, un chico del taller se acercó a él.

"Oye, Tomás, ¿por qué te venís a vivir a Uruguay?"

"Porque mi papá encontró trabajo aquí, pero al principio fue difícil dejar todo atrás," - respondió Tomás.

"Todos pasamos por eso. Pero mira, ¡ahora sos parte de nuestro grupo!" - le dijo.

Ese mismo verano, los amigos decidieron organizar un encuentro para compartir comidas típicas. Todos iban a traer algo de sus familias. Tomás se sintió un poco nervioso.

"¿Y si no les gusta lo que yo traigo?" - preguntó.

"No te preocupes, ¡a todos nos gusta comer! Lo que traigas seguro estará delicioso," - le dijo Valentina.

Finalmente, el día del encuentro llegó. Tomás decidió hacer alfajores de dulce de leche, un postre típico de Argentina, que extrañaba mucho. Cuando los otros chicos empezaron a probarlo, sus ojos se iluminaron.

"¡Esto está increíble, Tomás!" - exclamó Martín. "¿Podés enseñarnos a hacerlo?"

Con una gran sonrisa, Tomás comenzó a mostrarles cómo hacerlos. La sesión se llenó de risas y nuevos sabores, y a medida que compartían historias y recetas, Tomás se sintió más en casa que nunca.

Al final de la jornada, se sentaron todos juntos a ver caer el sol sobre el río.

"Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes", dijo Tomás. "No pensé que pudiera sentirme así tan pronto".

"Eso es lo que sucede cuando te rodeas de grandes amigos y buena comida," - bromeó Valentina. "Uruguay tiene mucho para ofrecer y nos alegra tenerte aquí!"

Desde ese día en adelante, Tomás entendió que a veces los cambios pueden dar miedo, pero que también pueden traer amistades increíbles y oportunidades maravillosas. Su hogar era ahora también en Uruguay, un lugar donde aprendió a hacer alfajores, a jugar al fútbol y, sobre todo, a construir vínculos que siempre llevaría en su corazón.

Y así, Tomás vivió muchas aventuras junto a sus amigos, todos los días aprendiendo y creciendo, en su nuevo hogar.

FIN.

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