El Observatorio de las Estrellas


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Solana, una niña llamada Sol. Sol era una niña muy curiosa y soñadora, siempre buscando aventuras en cada rincón del mundo.

Pero había algo que la hacía diferente a los demás niños: su amor por las estrellas. Desde muy pequeña, Sol se sentaba todas las noches en el patio de su casa a observar el cielo estrellado.

Le fascinaba la forma en que brillaban y cómo parecían estar tan cerca pero a la vez tan lejos. Soñaba con poder tocarlas algún día. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano al pueblo, escuchó un susurro proveniente de un árbol.

Se acercó cautelosamente y descubrió que dentro del tronco vivía una pequeña hada llamada Estrella. - ¡Hola! ¿Quién eres tú? - preguntó emocionada Sol. - Soy Estrella, el hada protectora de las estrellas - respondió la hada con una voz suave y melodiosa.

Sol no podía creerlo, finalmente había encontrado a alguien que compartiera su amor por las estrellas. Desde ese momento, Sol y Estrella se volvieron inseparables. Juntas pasaban horas conversando sobre el universo y planeando cómo podrían llegar hasta allí.

Un día, mientras exploraban una cueva misteriosa encontraron un mapa antiguo que indicaba cómo llegar al lugar donde nacen las estrellas. Sin pensarlo dos veces decidieron emprender esa increíble aventura juntas.

Durante su viaje enfrentaron muchos desafíos: cruzaron ríos caudalosos, escalan montañas altísimas y se adentraron en oscuros bosques. Pero nada podía detener a Sol y Estrella, su amor por las estrellas era más fuerte que cualquier obstáculo. Finalmente, llegaron a un valle mágico donde las estrellas nacen.

Era un lugar lleno de luz y energía. Sol y Estrella no podían contener su emoción al ver cómo nuevas estrellas surgían en el cielo. - ¡Esto es increíble! - exclamó Sol. - Sí, lo es.

Y todo gracias a nuestro amor por ellas - respondió Estrella con una sonrisa. Sin embargo, justo cuando pensaban que habían alcanzado la cima de su aventura, un rayo cayó del cielo e hizo desaparecer a Estrella. - ¡No! - gritó Sol desesperada.

Sol lloró durante horas sin consuelo. Extrañaba tanto a su amiga hada.

Pero entonces recordó algo importante: aunque Estrella ya no estaba físicamente con ella, siempre estaría presente en su corazón y en cada una de las estrellas que brillaban en el cielo nocturno. A partir de ese día, Sol decidió compartir su historia con todos los habitantes del pueblo para recordarles la importancia de seguir sus sueños y perseguir aquello que les apasiona.

También construyó un pequeño observatorio donde niños y adultos podían aprender sobre las maravillas del universo. Y así fue como Sol dejó una huella imborrable en el corazón de todos los habitantes de Solana, inspirándolos a soñar en grande y persiguiendo sus propias estrellas brillantes.

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