El Ojo Vigilante de Halloween



Era una noche oscura de Halloween, las estrellas brillaban como caramelos en el cielo y las calabazas estaban iluminadas con sonrisas misteriosas. En un pequeño pueblo, todos los niños se preparaban para salir a pedir golosinas. Pero había algo extraño en el aire.

De repente, en medio de la noche, apareció un enorme ojo flotante. Era redondo, con un iris azul y pupilas que parecían moverse de un lado a otro, como si estuviera vigilando cada rincón del pueblo. ¡Qué cosa más rara!"¡Mirá eso!" exclamó Lucía, una niña valiente con una linterna en mano.

"¿Qué es?" preguntó su amigo Tomás, asustado.

"Parece un ojo gigante, ¡pero no le tengamos miedo! Tal vez solo tiene curiosidad", dijo Lucía con una sonrisa.

Mientras los niños se preguntaban qué hacer, el ojo los siguió con su mirada.

"¡Cuidado! No se muevan mucho o tal vez se pegue a ustedes", dijo Tomás.

De repente, un vaso mágico apareció de la nada. Era un vaso azul que brillaba como si tuviera su propia luz. Encima, llevaba una campana dorada que sonaba suavemente.

"¿De dónde salió este vaso?" gritó Lucía, llena de sorpresa.

"No sé, pero creo que podría ayudar", respondió Tomás.

El vaso empezó a girar y la campana sonó más fuerte.

"¿Qué haces, vaso mágico?" preguntó Lucía, mientras se acercaban al vaso.

El vaso empezó a hablar con una voz melodiosa: "Soy un vaso mágico, y vengo a ayudar. El ojo vigilante se ha perdido en su curiosidad y no sabe que es hora de descansar. Voy a hacerlo desaparecer para que todos puedan divertirse esta noche de Halloween".

"¡Sí! ¡Vamos a ayudar!" gritó Lucía, emocionada.

El vaso mágico se levantó del suelo y se aproximó al ojo flotante.

"¡Ojo curioso! Es hora de que te vayas a casa. No olvides, hay momentos para vigilar y momentos para descansar. ¡Adiós, ojo!"

El ojo, que miraba a todos con una expresión entre sorprendida y confundida, comenzó a brillar y, de repente, desapareció como un soplo de viento.

"¡Lo hizo! El ojo se fue", gritó Tomás, llenándose de alegría.

"Ahora sí, podemos seguir recolectando nuestros dulces sin que nos espante un ojo suelto. ¡Gracias, vaso!" dijo Lucía, sonriendo al vaso mágico.

"Recuerden, niños. La curiosidad no es mala, ¡pero siempre hay que saber cuándo es tiempo de descansar!" dijo el vaso, mientras comenzaba a desvanecerse en el aire.

Esa noche, Lucía y Tomás recorrieron el pueblo, riendo y llenando sus bolsas de dulces. En sus corazones, llevaban la valiosa enseñanza de que hay momentos para observar y momentos para disfrutar. Después de todo, la magia de Halloween no solo está en los caramelos, sino en conocer y aprender algo nuevo.

Y así, el ojo flotante nunca volvió, y ese Halloween se convirtió en uno de los más memorables para los niños, llenos de risas, golosinas y magia. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha terminado!

FIN.

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