El olivo generoso
Había una vez un hermoso olivo en medio de un gran jardín. Era el árbol más antiguo y sabio de todo el lugar, y sus frutos eran conocidos por ser los más deliciosos.
Un día, mientras el olivo estaba disfrutando del sol y embelleciendo el jardín con su presencia, llegó una pequeña abeja llamada Anita. Anita era muy curiosa y siempre buscaba nuevos sabores para llevar a su colmena.
Al ver los jugosos frutos del olivo, Anita no pudo resistirse y decidió probar uno. Pero justo cuando iba a darle un mordisco, apareció don Cucaracho, un insecto glotón que también había notado la presencia del olivo. "Don Cucaracho", exclamó Anita sorprendida.
"¿Qué estás haciendo aquí?""¡Hola Anita!", respondió Don Cucaracho con una sonrisa traviesa. "Estoy aquí para disfrutar de estos ricos frutos.
¿No te parece que se ven apetitosos?"Anita pensó por un momento y luego dijo: "Sí, pero estos frutos pertenecen al viejo olivo. No deberíamos comerlos sin su permiso". Don Cucaracho hizo caso omiso a las palabras de Anita y comenzó a devorar los frutos sin pensar en las consecuencias.
Justo en ese momento apareció Doña Mariquita, otra habitante del jardín que también había notado la situación. "Doña Mariquita", exclamaron ambos insectos sorprendidos. "¿Qué haces aquí?""Vine corriendo porque escuché que alguien estaba comiendo los frutos del olivo sin su permiso", respondió Doña Mariquita preocupada.
"No podemos hacerle eso al viejo olivo, es un ser vivo que merece respeto". Anita y Doña Mariquita se acercaron al olivo y le contaron lo sucedido.
El viejo olivo escuchó atentamente y luego dijo: "Estoy muy agradecido por su amabilidad en informarme de esto. Los frutos de mi árbol son para todos los habitantes del jardín, pero deben ser consumidos con moderación y respeto".
Don Cucaracho se sintió avergonzado por sus acciones impulsivas y prometió no volver a comer los frutos sin permiso. A partir de ese día, Anita, Don Cucaracho y Doña Mariquita se convirtieron en grandes amigos. Juntos, aprendieron sobre la importancia de la moderación y el respeto hacia los demás seres vivos.
El viejo olivo compartía generosamente sus frutos con todos los insectos del jardín, pero gracias a las enseñanzas de Anita, Don Cucaracho y Doña Mariquita, aprendieron a disfrutarlos responsablemente.
Y así, el jardín siguió siendo un lugar lleno de armonía donde todos aprendieron la importancia de cuidarse mutuamente y respetar a cada ser vivo que lo habitaba. Desde entonces, Anita se encargó de polinizar las flores del olivo para asegurar una buena cosecha de frutos cada año.
Y siempre recordaban la lección que habían aprendido: compartir con responsabilidad es parte fundamental para mantener una convivencia pacífica en el jardín.
Y así, el olivo y los insectos vivieron felices para siempre, disfrutando de la riqueza que brinda la naturaleza cuando se trata con respeto y gratitud.
FIN.