El Olvido de Flor
En un castillo enorme y brillante de color azul, vivía un hada llamada Flor. Flor era conocida por su mágico trabajo: cada noche, volaba por todo el mundo dejando una moneda dorada debajo de las almohadas de los niños y niñas. Decían que esas monedas traían sueños dulces y muchas sonrisas al despertar.
Una noche, mientras el viento soplaba suavemente y las estrellas parpadeaban en el cielo, Flor se preparó para su vuelo nocturno. Tenía un mapa lleno de nombres de niños de todas partes, y una sonrisa iluminaba su rostro porque sabía que iba a llevar alegría.
Sin embargo, esa noche, Flor estaba más distraída de lo normal. Su mente estaba llena de pensamientos sobre un nuevo vestido que había visto en la tienda mágica del bosque.
"¡Ay! Sería tan lindo llevar ese vestido a mi próxima fiesta de hadas!", murmuró, mientras revisaba su mapa con más entusiasmo que concentración.
Así, Flor voló de casa en casa, dejando monedas brillantes con cada respiración. Al llegar a la casa de Andrea, la pequeña con el cabello rizado y ojos brillantes, pasó por alto su almohada. Enterada de su propio viaje, Flor se fue sin darse cuenta, dejando a Andrea sin su moneda esa noche.
"Mmm, ¿dónde estará mi moneda?" -preguntó Andrea al despertar.
Andrea se sintió un poco triste. Ella esperaba una hermosa moneda que le traería sueños mágicos. Sin embargo, en lugar de sentirse mal por eso, decidió hacer algo diferente.
"Si no tengo una moneda, quizás puedo crear mi propio sueño", pensó. Con un lápiz y un cuaderno, Andrea se sentó y comenzó a dibujar.
A medida que su lápiz bailaba sobre el papel, líneas y formas comenzaron a dar vida a su propio mundo mágico. Flores de colores, criaturas fantásticas y paisajes increíbles salieron de su imaginación. Cada trazo era mejor que el anterior.
Mientras trabajaba, comenzó a soñar sin necesidad de una moneda. Por la noche, su habitación se llenó de imaginación y belleza. Con cada dibujo, creó una historia, y con cada historia, se sentía más feliz.
Al día siguiente, Flor regresó a su castillo y revisó su mapa. De pronto sintió un nudo en el estómago.
"¡Oh no! ¿Olvidé a Andrea?", exclamó Flor sintiéndose culpable.
Decidida a corregir su error y a no dejar a ninguna niña o niño sin su moneda dorada, voló de nuevo hacia la tierra de Andrea. Al llegar, vio que la pequeña estaba ocupada con sus dibujos.
"¡Hola, Andrea!", dijo Flor, apareciendo en un destello.
"¡Hola, hada Flor!", exclamó Andrea emocionada, sin darse cuenta que su talento había florecido en su ausencia.
"Perdóname por haber olvidado tu moneda. Pero, veo que has estado ocupada... ¿Qué has estado haciendo?", preguntó Flor intentando no sonar muy preocupada.
"He estado dibujando mi propio mundo, ¡y es increíble! Cada dibujo cuenta una historia mágica. Así que no me siento tan mal sin la moneda", dijo Andrea con una sonrisa llena de satisfacción.
Flor sonrió, asombrada por la creatividad de Andrea.
"Eso es maravilloso, Andrea. Tienes un don especial. La magia no siempre está en una moneda. A veces, la verdadera magia está en nuestra imaginación y en lo que creamos", le dijo Flor, haciendo un gesto con su varita mágica que iluminó el dibujo de Andrea.
Desde ese día, Flor compró un libro de cuentos y cada vez que dejaba una moneda, también dejaba un pequeño mensaje: "Crea tu propio sueño, ¡la magia vive en tu corazón!".
Andrea, a su vez, siguió dibujando y escribiendo, creando un mundo de aventuras y construyendo sueños que al final se convirtieron en historias que compartía con sus amigos.
Y así, Flor aprendió que a veces, el mejor regalo no era la moneda, sino el poder de la imaginación y la creatividad de cada niño y niña. Y desde entonces, Flor nunca más olvidó a Andrea, pero sabía que cada uno no necesitaba una moneda para soñar. Ahora saben que todos tienen un talento mágico dentro de ellos.
FIN.