El orgulloso Gallito de las Rocas



Había una vez en lo más profundo de la selva, un gallito de las rocas llamado Rufino. Este gallito era conocido por su plumaje rojizo y su magnífico canto que resonaba entre las montañas. Sin embargo, Rufino tenía un gran problema: su orgullo lo había vuelto arrogante y desagradable con los demás animales.

Un día, mientras Rufino cantaba frente a un espejo de agua, un colibrí llamado Lola se acercó a él. '¡Hola, Rufino! ¿Te gustaría unirte a nosotros en la fiesta que estamos organizando?' preguntó Lola amablemente.

Rufino, alzando la cabeza con soberbia, respondió: 'No tengo tiempo para fiestas de animales inferiores como tú, mis cantos son demasiado importantes como para perder el tiempo con ustedes'. Lola se sintió triste por la actitud de Rufino, pero decidió irse y seguir con la preparación de la fiesta.

Poco después, Rufino se acercó a un grupo de zorzales que estaban construyendo un nido. '¿Por qué trabajan tan arduamente en esa construcción tan ordinaria?' se burló Rufino con desdén. Los zorzales, molestos por sus palabras, le pidieron que se fuera.

A medida que pasaban los días, Rufino se iba quedando cada vez más solo. Su actitud altanera había alejado a todos los animales de la selva. Hasta que un día, mientras se encontraba solo en su rama preferida, se dio cuenta de que ya no tenía a nadie con quien compartir sus cantos.

Entonces, decidió reflexionar sobre su actitud. '¿Será posible que mi orgullo me haya cegado?' se preguntó en silencio. Fue entonces cuando escuchó el eco lejano de la fiesta a la que lo habían invitado y se le ocurrió una idea.

Rufino se acercó a la fiesta humildemente y pidió disculpas a todos los animales de la selva por su arrogancia. 'He aprendido que el orgullo no lleva a nada bueno. Estoy dispuesto a cambiar y ser amable con todos ustedes', expresó sinceramente Rufino. Los animales, sorprendidos por su cambio de actitud, lo aceptaron de vuelta con alegría.

Desde ese día, Rufino se convirtió en un gallito de las rocas amable y respetuoso. Compartía sus melodías con los demás animales y participaba en las actividades de la selva con entusiasmo. Y así, Rufino comprendió que el verdadero valor de su canto radicaba en la alegría que llevaba a los corazones de los demás.

La moraleja de esta historia es que el orgullo y la altivez no traen verdadera felicidad. Es importante ser amable y humilde con los demás, ya que la verdadera grandeza reside en el corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!