El Origen del Agua
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y verdes praderas, dos amigos inseparables: Milagros y Mateo. Milagros era una niña curiosa y encantadora, siempre con una sonrisa en el rostro, mientras que Mateo era un niño valiente y soñador. Un día, mientras jugaban en un prado, decidieron que querían descubrir de dónde venía el agua que tanto amaban.
"¿No sería genial saber cómo se creó el agua?" -preguntó Milagros, saltando de emoción.
"¡Sí! Vamos a buscar respuestas. Seremos los grandes exploradores del agua" -respondió Mateo con determinación.
Y así, con una mochila llena de provisiones, un mapa hecho a mano y el corazón lleno de entusiasmo, ambos amigos emprendieron su viaje hacia la montaña más alta, que según las leyendas, era el lugar donde nacía el agua.
Mientras subían la montaña, se encontraron con un río cristalino que parecían susurrar secretos. El agua relucía bajo el sol, y su sonido alegre les atraía.
"¿Escuchás eso?" -mencionó Mateo, haciendo una señal con la mano.
"Sí, parece que el río tiene algo que contarnos" -respondió Milagros, acercándose.
De repente, una nube de vapor apareció sobre el río, y de ella salió un simpático espíritu de agua llamado Bahía. Tenía ojos brillantes y una sonrisa radiante.
"¡Hola, pequeños aventureros!" -exclamó Bahía. "¿Por qué están aquí?"
"Estamos buscando el origen del agua. Queremos saber cómo se creó" -respondió Milagros, asombrada.
Bahía se rió alegremente y les dijo:
"Ah, eso es un gran misterio. Acompáñenme y los llevaré a un lugar mágico donde encontrarán la respuesta".
Los amigos siguieron al espíritu de agua, que los condujo a través del bosque lleno de árboles milenarios y flores que parecían bailar con la brisa. Finalmente, llegaron a un lago radiante, donde el agua brillaba como diamantes.
"Este es el Lago de los Inicios" -dijo Bahía. "Aquí es donde todo comenzó. El agua surge de los sueños de la tierra y de los susurros del viento. Cada gota tiene una historia".
"¿De verdad?" -preguntó Mateo, tocando el agua con la mano.
Bahía se acercó.
"Sí. El agua fue creada para dar vida, para que las plantas crezcan y los animales beban. Cada vez que llueve, es como si el cielo compartiera sus joyas con la tierra".
"¡Es hermoso!" -exclamó Milagros, enseñando su asombro.
Pero de repente, una sombra oscura cubrió el lago. Era un enorme dragón llamado Tormentón, que se alimentaba de la tristeza y el miedo, y había venido a robar el agua del lago.
"¡No dejaré que se lleve el agua!" -gritó Mateo, decidido a proteger su nuevo amigo.
"¡Necesitamos el agua para el pueblo!" -añadió Milagros, con valentía.
Bahía, viendo su coraje, les propuso un plan.
"Necesitamos unir nuestras fuerzas. ¡Juntos podemos enfrentarlo!" -dijo.
Los tres se unieron y empezaron a bailar alrededor del lago, creando música con sus risas y movimientos. Con cada paso, el agua comenzó a brillar más intensamente.
"¡Vengan a mí, dragón! ¡El agua no es tuya para robar!" -clamó Milagros.
Tormentón, sorprendido por su valentía, se sintió inquieto. Comenzó a retroceder, y en ese momento, el lago se llenó de luz. Las gotas de agua empezaron a levantarse y volar hacia Tormentón, tristeza y miedo se transformaron en alegría y esperanza.
"¡Dejen que el agua brille por todos!" -dijo Mateo.
Al ver la belleza de cómo el agua subía a lo alto, el dragón sintió un cambio en su corazón. Aceptó que el agua no pertenecía a nadie y que todos tenían derecho a disfrutar de ella.
"Lo siento, solo quería sentir la alegría que me fue negada" -dijo Tormentón, con un aire de remordimiento.
Bahía sonrió y dijo:
"La alegría se comparte, amigo dragón, no se roba".
Tormentón, tocado por las palabras y la bondad de los niños, prometió proteger el agua en lugar de robarla. Así, el lago resplandeció aún más y se convirtió en un lugar de armonía.
Milagros y Mateo regresaron a su pueblo llenos de historias sobre el origen del agua y su impresionante aventura. Habían aprendido que el agua era un regalo que debían cuidar y compartir.
Y desde ese día, el pueblo nunca olvidó que cada gota de agua tenía una historia que contar, y que el bienestar de la naturaleza dependía de la unidad y la amistad.
Así, con una sonrisa en los rostros, Milagros y Mateo continuaron explorando y protegiendo el mágico mundo que los rodeaba, convirtiéndose en los guardianes del agua.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.