El oro de la amistad



Érase una vez en las montañas de los Andes, un cuy llamado Rúben y una llama llamada Lila. Rúben era pequeño, animal y siempre tenía una sonrisa en su cara, mientras que Lila era alta, elegante y siempre dispuesta a ayudar a su amigo. Juntos jugaban, reían y compartían aventuras. Sin embargo, un día, todo cambió.

Mientras exploraban un sendero perdido, Rúben y Lila encontraron algo brillante entre las piedras.

"¡Mirá, Lila!" - exclamó Rúben emocionado, apuntando a un montón de oro reluciente.

"¡Es oro!" - gritó Lila, con los ojos desorbitados. "¡Vamos a ser ricos!".

Al principio, ambos compartieron el hallazgo con alegría, haciendo planes sobre cómo usarían su nueva riqueza. Sin embargo, poco a poco, la ambición comenzó a nublar sus corazones.

"Rúben, podríamos comprar una casa enorme donde vivir cómodos" - decía Lila, mirando el oro.

"Sí, pero también podríamos comprar un montón de hortalizas y deliciosos frutos. No sería malo tener un banquete todos los días" - respondió Rúben, ansioso.

La amistad que una vez compartieron comenzó a debilitarse. Rúben y Lila empezaron a discutir sobre cómo dividir el oro.

"¡Es mío! Lo encontré primero!" - dijo Rúben, con una voz más fuerte de lo habitual.

"Pero yo tengo una idea mejor de cómo usarlo. Puedes quedarte con lo tuyo, pero la mayoría debería ser mía" - replicó Lila, claramente molesta.

Y así, la discusión se tornó en un gran conflicto. Rúben dejó de hablarle a Lila, y Lila, enfadada, juró no volver a mirar a su viejo amigo. Más tarde, entre la ira, decidieron irse a buscar más oro por su cuenta. Pero a donde fueran, la ambición solo les traía tristeza.

Un día, mientras discutían en un hermoso prado lleno de flores, se escuchó una voz fuerte y sabida. Eran los Incas, quienes se habían dado cuenta de lo que ocurría.

"Amigos, escuchen" - dijo el anciano inca, con una larga túnica y un sombrero adornado. "La ambición ciega y el deseo de riquezas pueden destruir las amistades más fuertes".

"¡Pero no queremos perder nuestra amistad!" - respondió Rúben, con los ojos llenos de lágrimas.

"Entonces, ¿por qué pelean por algo que al final solo les traerá tristeza? No es el oro lo que hace brillantes las vidas, sino el amor y la amistad" - continuó el anciano inca.

Lila y Rúben se miraron, comprendiendo que habían dejado que una piedra preciosa interfiriera en su relación.

"¿Qué hemos hecho, Rúben?" - dijo Lila, con una voz temblorosa.

"No sé, Lila. Lo único que quería era compartir mi felicidad contigo" - respondió Rúben, sintiéndose culpable.

Los dos se abrazaron, sintiendo que el oro solo había complicado lo que realmente valoraban: su amistad.

"Prometamos nunca dejar que algo material nos separe, Lila" - sugirió Rúben, con una renovada luz en sus ojos.

"¡Sí! Siempre seremos amigos, sin importar qué" - respondió Lila, sonriendo.

Decidieron devolver el oro al lugar donde lo encontraron, para que otros pudieran disfrutarlo sin causar problemas. Desde ese día, Rúben y Lila aprendieron que la verdadera riqueza está en los momentos compartidos, las risas, y el amor que tienen el uno por el otro. Y así, vivieron felices, descubriendo que juntos podían hacer brillar su amistad más que cualquier tesoro.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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