El osito especial de Lourdes



Lourdes era una niña muy especial. Desde pequeña, había demostrado un gran interés por los juguetes y siempre se preocupaba por ellos como si fueran seres vivos.

Por eso, cuando su mamá le regaló un maletín de doctora de juguetes, no pudo estar más feliz. Desde ese momento, Lourdes se dedicó a curar a todos sus muñecos y peluches enfermos. Les ponía inyecciones con agua y les vendaba las heridas con cinta adhesiva.

Incluso les hacía chequeos regulares para asegurarse de que estuvieran sanos y felices. Un día, mientras estaba ocupada en su consultorio de juguetes, escuchó un ruido extraño proveniente del armario donde guardaba todos sus tesoros.

Con valentía, abrió la puerta para investigar y descubrió algo increíble: ¡un nuevo paciente! Se trataba de un osito de peluche desaliñado y maltratado que había sido abandonado por su dueño anterior.

Lourdes supo al instante lo que tenía que hacer: tomar al oso bajo su cuidado y curarlo. Durante semanas enteras, Lourdes trabajó sin descanso para sanar al osito.

Le dio baños relajantes con agua tibia y jabón suave para lavarle el pelaje sucio; le cortó las uñas largas con mucho cuidado; e incluso le enseñó a comer alimentos saludables como frutas frescas. Pero aunque el osito parecía mejorar cada día gracias a los cuidados amorosos de Lourdes, aún había algo que lo mantenía triste e infeliz.

"¿Qué pasa, osito? ¿Por qué estás tan triste?" preguntó Lourdes con cariño. El oso suspiró y respondió: "Siento que nadie me quiere porque soy feo y viejo. Fui abandonado por mi dueño anterior y no sé si alguien volverá a quererme de nuevo".

Lourdes sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras del osito. Sabía lo que se sentía ser diferente, ya que ella misma usaba anteojos para leer y escribir.

"Mira, osito", dijo Lourdes mientras le mostraba su propio par de anteojos. "Yo también soy diferente, pero eso no significa que no sea especial. Tú eres único y especial también, solo necesitas encontrar a alguien que te quiera por quien eres".

Con esas palabras sabias, Lourdes inspiró al osito a tener esperanza otra vez.

Y aunque pasaron varios días antes de que el osito encontrara un nuevo hogar amoroso con una familia dispuesta a adoptarlo tal como era, nunca olvidaría el cuidado amoroso y los consejos sabios de la pequeña doctora de juguetes. Desde ese día en adelante, Lourdes continuó curando juguetes enfermos con el mismo entusiasmo e interés en ayudarlos a todos sentirse mejor.

Y aunque nunca supo exactamente cuántas vidas había salvado gracias a su dedicación inquebrantable y su corazón bondadoso, sí sabía que cada uno de ellos había encontrado una amiga fiel en ella -la doctora más valiente y amable de todos los tiempos-.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!