El Osito Ordenado


Había una vez, en un hermoso bosque, una familia de ositos muy especiales. Estos ositos eran diferentes a los demás porque tenían tamaños distintos: había un osito grande, uno mediano y uno pequeño.

Además, cada uno tenía su propia caja del mismo tamaño que ellos. La mamá osa era muy cuidadosa y siempre le enseñaba a su niño osito a ser ordenado.

Un día, la mamá oso decidió poner a prueba la capacidad de organización de su pequeño hijo. —"Hijito" , dijo la mamá oso con cariño, "hoy vamos a jugar a guardar nuestros juguetes en sus respectivas cajas. Pero esta vez será un desafío especial. Cada juguete debe ir en una caja del mismo tamaño".

El niño osito se emocionó mucho con el juego propuesto por su mamá y corrió hacia sus juguetes para comenzar a organizarlos.

Primero, el niño osito agarró al oso grande y buscó entre todas las cajas hasta encontrar la más grande donde pudiera caber perfectamente.

¡Era como si encontrara una casa hecha especialmente para él! Luego, el niño osito tomó al oso mediano y empezó a buscar entre las otras cajas hasta dar con aquella que tuviera el tamaño adecuado para él. No fue tan fácil como con el oso grande, pero finalmente lo encontró. Por último, llegó el turno del pequeño osito.

El niño buscaba y buscaba entre las últimas cajas restantes pero no lograba encontrar una que fuera lo suficientemente pequeña para él. "Mamá", dijo el niño osito un poco triste, "no encuentro una caja pequeñita para mi osito.

¿Qué hago?"La mamá oso se acercó a su hijo y le dio un abrazo reconfortante. "No te preocupes, mi amor", le dijo la mamá oso sonriendo. "Vamos a buscar juntos en otros lugares". Así, madre e hijo salieron del hogar de los ositos en busca de una solución.

Caminaron por el bosque hasta llegar a un arroyo cristalino. Allí encontraron una hoja grande y perfecta para convertirla en la caja del pequeño osito.

El niño osito estaba emocionado al ver cómo su mamá doblaba la hoja con cuidado, creando así una hermosa cajita para su juguete. "¡Mira, mamá!", exclamó el niño saltando de alegría. "Ahora sí tengo una caja perfecta para mi osito". La mamá oso sonrió orgullosamente y aplaudió el ingenio de su hijo.

Juntos regresaron a casa y colocaron cada uno de los juguetes en sus respectivas cajas.

Desde ese día, el niño osito aprendió que no hay problemas sin solución y que siempre se puede encontrar una manera creativa de resolver cualquier desafío que se presente. Y así fue como los ositos vivieron felices en su hogar ordenado y limpio gracias al esfuerzo y capacidad organizativa del pequeño niño oso. Fin.

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