El Osito Perdido y el Bosque Amigo



Había una vez un bello osito llamado Tito que vivía con su mamá en un frondoso bosque. Un día, mientras jugaba cerca de un arroyo, se distrajo persiguiendo una mariposa que revoloteaba de un lado a otro. Sin darse cuenta, se alejó de su hogar y, cuando se dio vuelta, su mamá ya no estaba.

"¿Mamá?" llamó Tito con un hilito de voz. Pero solo el sonido del viento le respondió. Estaba perdido y un poco asustado. Tito decidió que tenía que encontrar a su mamá y se adentró en el bosque.

Mientras caminaba, conoció a una sabia lechuza que estaba posada en una rama.

"Hola, pequeño osito. ¿Qué te trae por aquí tan solo?"

"Busco a mi mamá osa, me he perdido. No sé dónde ir"

"No te preocupes, Tito. ¡Puedo ayudarte! ¿Qué te parece si llamamos a nuestros amigos?"

La lechuza, con su gran voz, empezó a llamar a los otros animales del bosque. Poco a poco, representantes del bosque fueron entablando camaradería: un curioso ciervo, una divertida ardilla y un amable zorro.

"¿Qué pasó, Tito?" preguntó la ardilla mientras saltaba de rama en rama.

"Estoy buscando a mi mamá. No sé por dónde ir"

El ciervo, que tenía ojos muy atentos, habló con calma:

"Tu mamá no se alejó mucho. Si seguimos el camino de los aromas, podremos encontrarla. Ella seguramente está buscando tu olor"

Tito no sabía que su olor podría ser una pista. Alentado por sus nuevos amigos, empezó a seguir el camino aromático.

Pero no todo fue fácil. En su camino, se encontraron con un río que cruzar. La corriente era fuerte y Tito se sintió un poco nervioso.

"¿Cómo cruzaremos esto?" cuestionó Tito.

"Con valentía y un poco de ingenio, amigo. Podemos construir un puente con las ramas del lado" respondió el zorro.

Así, juntaron ramas y piedras, y, tras varias risas y caídas cómicas, lograron hacer un pequeño puente. Crossaron, felices y emocionados.

Seguían avanzando cuando de pronto, escucharon un fuerte ruido. Un tronco cayó del árbol tras ellos, y Tito, aterrorizado, se detuvo.

"¡Es un monstruo!" gritó.

"¡No, no! Es solo un viejo árbol que se ha caído. Siempre hay que estar atentos, pero no hay razón para tener miedo" dijo la lechuza con tranquilidad.

"Tienes razón, al final del miedo hay valentía" agregó con seguridad el ciervo.

"Ven, sigamos avanzando".

Con más confianza en su corazón, Tito continuó con sus amigos.

Finalmente, después de un largo camino lleno de aventuras y aprendizajes, llegaron a un claro donde había un hermoso campo de flores. Tito dejó de buscar y solo se sentó a descansar. Mirando al cielo, sintió un olor familiar: era su mamá.

Su mamá osa apareció corriendo entre los árboles, con una expresión de alivio en su rostro.

"Tito, ¡mi bebé!" gritó Mamá Osa.

Con las patas abiertas, Tito corrió hacia ella.

"¡Mami!"

Ambos se abrazaron, mientras todos los amigos del bosque les sonreían desde un costado.

"Gracias por ayudar a Tito, amigos" dijo Mamá Osa con gratitud.

"Nosotros también aprendimos que juntos somos más fuertes" respondió la lechuza.

"Y que debemos confiar en nuestros instintos, así como en nuestros amigos" añadió el ciervo.

Desde aquel día, Tito aprendió no solo a ser más valiente, sino también la importancia de la amistad, de ayudarse mutuamente y de nunca perder la esperanza. Y así, el osito regresó feliz a su hogar, con su mamá y rodeado de sus nuevos amigos del bosque, listos para compartir más aventuras juntos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado

FIN.

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