El Osito que Quería Volar



En un frondoso bosque vivía un pequeño osito llamado Bruno. Desde que era muy chiquito, soñaba con volar como los pájaros. Cada vez que veía a las aves surcando el cielo, sus ojitos brillaban con una luz especial.

"¡Oh, cómo me gustaría ser un pájaro!", suspiraba Bruno.

Un día, mientras jugaba cerca del lago, se encontró con su amigo el conejo, Toby.

"¿Qué te pasa, Bruno? Te veo muy pensativo", le dijo Toby mientras mordisqueaba una zanahoria.

"Quisiera volar alto, más alto que las copas de los árboles. Pero soy solo un osito, y no tengo alas", respondió Bruno con un suspiro.

Toby pensó por un momento y dijo:

"Quizás podamos encontrar una forma de que vueles. ¿Qué tal si construimos unas alas?"

Bruno se iluminó con la idea. Empezaron a recolectar ramas, hojas grandes y algunos plásticos que encontraron tirados por el bosque. Después de un rato de trabajo duro, lograron hacer unas alas improvisadas.

"¡Mirá!", exclamó Bruno al verse con las alas puestas. "Ahora voy a volar."

"¡Tienes que practicar primero!", le advirtió Toby.

Bruno se subió a un pequeño montículo mientras su amigo lo animaba.

"¡Uno, dos, tres!", contó Toby.

Bruno saltó. Al principio subía como un resorte; el viento lo acariciaba, pero pronto se dio cuenta de que sus alas no eran tan efectivas.

"¡Ay, ay! ¡No puedo!" gritó Bruno mientras caía suavemente sobre un montón de hojas.

Toby se acercó rápidamente.

"No te preocupes, amigo. Intentémoslo de nuevo. La práctica hace al maestro."

Y así lo hicieron. Intentaron una y otra vez, pero siempre acababan en el suelo. Bruno se sentía cada vez más desanimado.

"Quizás volar no es para mí", murmuró con tristeza.

"No, no, no. ¡Eso no es cierto!", exclamó Toby. "A veces, los sueños requieren tiempo y esfuerzo. ¿Por qué no pensamos en otra cosa?"

Entonces, comenzaron a idear más formas de lograr que Bruno volara. Pensaron en inventar un paracaídas o un globo de aire, y así pasaron los días. Pero cada intento terminaba con el mismo resultado: Bruno no podía volar.

Un día, mientras miraban a los pájaros volar sin preocupaciones, Bruno decidió hablar con la Sabia Búho, que vivía en el viejo roble del bosque.

"Querida señora Búho, ¿usted puede ayudarme? Quiero volar, pero no logro encontrar la forma."

La Búho, con su mirada profunda y serena, le respondió:

"Bruno, querido, volar no solo es un sueño. A veces, hay otras formas de ver las cosas. ¿Te has dado cuenta de las maravillas que te ofrece el bosque mientras no vuelas?"

Bruno se quedó pensativo. La Búho continuó:

"Cada uno de nosotros tiene habilidades únicas. Quizás deberías enfocarte en lo que sí puedes hacer."

Aquel comentario resonó en la cabecita de Bruno. Desde ese día, en vez de soñar con volar, decidió apreciar lo que lo rodeaba. Se convirtió en un experto en encontrar los mejores lugares para jugar, descubrir deliciosas frutas y ayudar a sus amigos del bosque.

Con el tiempo, Bruno se dio cuenta de que ser un osito tenía muchas ventajas. Apreciaba cada día que pasaba junto a Toby y los demás.

"Gracias, Señor Búho. Nunca imaginé que fuera tan especial ser un osito", dijo Bruno un día lleno de alegría.

"La felicidad está en ser quien eres y no en lo que quisieras ser", le respondió la búho con una sonrisa.

Y así, Bruno dejó atrás su sueño de volar, pero ganó algo mucho más valioso: la capacidad de disfrutar cada instante de su vida con amor y gratitud. Desde entonces, admiraba el cielo con una nueva perspectiva, siempre recordando que ser un osito era un regalo maravilloso.

Desde ese día, cada vez que escuchaba el aleteo de las aves, sonreía y decía:

"¡Qué lindo es volar! Aunque yo no tenga alas, tengo amigos que me hacen sentir como si flotara."

Fin.

FIN.

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