El oso amigable
Había una vez un oso llamado Bruno que vivía en el bosque. Pero había algo especial en él, y es que siempre estaba de mal humor.
No importaba lo que pasara, Bruno siempre encontraba una razón para estar enojado. Un día, mientras caminaba por el bosque gruñendo y haciendo muecas, se encontró con sus amigos los conejos.
Ellos saltaron hacia él con alegría y le dijeron:"¡Hola Bruno! ¿Cómo estás hoy?"Bruno frunció el ceño y respondió: "Estoy mal, como siempre". Los conejos intentaron animarlo diciéndole chistes y mostrándole juegos divertidos que habían inventado. Pero no importa lo mucho que trataran de hacerlo reír, Bruno simplemente no podía encontrar la felicidad.
"No entiendo cómo pueden ser tan felices todo el tiempo", murmuró Bruno para sí mismo. Después de pasar un rato con los conejos, Bruno decidió ir a visitar a sus otros amigos: los pájaros.
Cuando llegó al árbol donde vivían, vio a los pájaros cantando y volando libremente por el cielo. "¡Hola Bruno!", exclamaron los pájaros al verlo llegar. "¿Quieres volar con nosotros?"Bruno negó con la cabeza y les dijo: "No puedo volar como ustedes.
Además, no tengo nada de qué estar feliz". Los pájaros trataron de convencerlo de lo contrario; le enseñaron hermosas melodías y le mostraron cómo podían ver cosas increíbles desde las alturas.
Pero aunque fuera tentador para cualquier otro oso sentirse maravillado por todo aquello, Bruno simplemente no podía disfrutarlo. "Esto es inútil", pensó Bruno mientras se alejaba del árbol de los pájaros. "No puedo ser feliz y eso es todo".
Bruno continuó su camino por el bosque, cada vez más enojado y descontento consigo mismo. Se dio cuenta de que todos sus amigos parecían tener algo especial que los hacía felices, pero él simplemente no lo tenía. Un día, mientras vagaba solo por el bosque, Bruno escuchó risas provenientes de un claro cercano.
Se acercó sigilosamente para ver qué estaba pasando y descubrió a un grupo de animales jugando juntos. Había conejos saltando alrededor, pájaros volando en círculos y ardillas correteando por los árboles.
Todos ellos estaban riendo y divirtiéndose sin preocuparse por nada más. Bruno se sintió triste al verlos tan felices sin él. Pero esta vez algo dentro de él cambió.
En lugar de sentir envidia o enojo hacia sus amigos, sintió una profunda tristeza por haberse alejado tanto de ellos debido a su mal humor constante. Decidió dar un paso adelante y hablar con ellos:"Perdónenme", dijo con voz temblorosa. "Me he dado cuenta de que siempre estoy enojado y esto me ha alejado de ustedes.
Quiero cambiar". Sus amigos se miraron entre sí sorprendidos pero contentos al escuchar estas palabras saliendo del oso gruñón. Los conejos se acercaron primero a abrazarlo diciendo: "¡Claro que te perdonamos, Bruno! Siempre serás nuestro amigo".
Los pájaros volaron alrededor de él y le dijeron: "Estamos felices de que quieras cambiar.
¡Bienvenido de vuelta a nuestras vidas!"Las ardillas saltaron desde los árboles para unirse al abrazo grupal y exclamaron: "¡Nunca es tarde para aprender a ser feliz, Bruno!". Desde ese día, Bruno decidió dejar de lado su mal humor y comenzar a buscar la alegría en las pequeñas cosas.
Descubrió que no necesitaba tener algo especial para ser feliz; solo necesitaba abrir su corazón y permitir que la amistad y la alegría lo inundaran. Y así, el oso enojón se convirtió en el oso más amigable del bosque.
Aprendió que estar siempre enojado no sirve para atraer amigos, pero con una sonrisa sincera y un corazón abierto, pudo encontrar la verdadera felicidad junto a sus queridos amigos animales.
FIN.