El Oso Benito y su Brillante Sonrisa
Era una hermosa mañana en el bosque, y el Oso Benito se despertó con energía. Se asomó por la ventana de su cueva y vio cómo los rayos del sol iluminaban los árboles.
- Hoy es el día perfecto para jugar con mis amigos - dijo Benito, estirándose con alegría. Pero había algo que tenía que hacer antes: lavarse los dientes.
Desde que era un osezno, Benito había aprendido de su mamá la importancia de cuidar su sonrisa. Tenía un cepillo de dientes especial con mango de madera y una pasta de menta que le sabía delicioso.
- ¡No puedo esperar para tener los dientes brillantes! - exclamó mientras se dirigía al pequeño lavabo que había construido cerca de su cueva.
Sin embargo, cuando llegó, se encontró con una situación inesperada. En el lavabo, su amigo el Conejo Ramón estaba atrapado, intentando llegar a una zanahoria que había dejado caer.
- ¡Ayuda, Benito! - gritó Ramón. - No puedo alcanzar la zanahoria. ¡Estoy atrapado!
- No te preocupes, amigo. Voy a ayudarte - dijo Benito, con determinación. Usó sus fuertes patas para liberar a Ramón.
- ¡Gracias, Benito! - dijo el Conejo, aliviado. - Pero ahora tengo un problema. ¡No puedo jugar con mis amigos porque tengo que ir a casa y lavarme los dientes! Siempre me olvido de hacerlo y mi mamá se enoja.
- Eso no puede ser. ¡Es muy importante tener los dientes limpios! - respondió Benito, recordando lo que había aprendido de su mamá. - ¿Qué te parece si vamos juntos a lavarnos los dientes?
- ¡Esa es una gran idea! - dijo Ramón, saltando de alegría.
Así que ambos amigos se dirigieron al pequeño estudio de Benito. El oso le mostró a Ramón su cepillo y su pasta.
- Primero, coloca un poco de pasta en el cepillo - explicó Benito.
- ¡Listo! - exclamó Ramón, mientras intentaba igualar los movimientos de su amigo.
- Ahora, cepilla de arriba hacia abajo y no te olvides de las muelas - continuó el oso, sonriendo.
Después de un buen rato de risas y juegos mientras se lavaban los dientes, los dos amigos estaban listos para salir a jugar. Benito miró al espejo y se sonrió.
- ¡Mirá qué dientes tan brillantes tengo! - exclamó satisfecho.
- ¡Mis dientes también brillan! - dijo Ramón emocionado.
Juntos, decidieron que no solo se lavarían los dientes antes de jugar, sino también después de cada comida. De ese modo, podrían asegurarse de tener siempre sonrisas relucientes.
Los dos amigos pasaron el día jugando en el bosque, saltando, corriendo y explorando nuevos rincones. Sin embargo, cuando llegó la tarde, decidieron que era hora de regresar. Benito tuvo una idea.
- Ramón, ¿qué te parece si llevamos la idea de lavarse los dientes a todos nuestros amigos? Podríamos hacer una fiesta de cepillado de dientes.
- ¡Genial! - respondió Ramón, emocionado. - Invitemos a la Ardilla Soledad, al Zorro Timo y a todos los demás.
Y así fue como se organizaron. El Oso Benito y el Conejo Ramón reunieron a todos los animales del bosque para una gran Fiesta de Cepillado de Dientes. Hicieron un gran cartel que decía: “¡Sonríe y cuida tus dientes! ”
En el día de la fiesta, los animales se reunieron felices, cada uno trayendo su propio cepillo de dientes. Benito y Ramón lideraron el evento, enseñando la manera correcta de cepillarse.
- ¡Miren cómo lo hago! Primero un lado, luego el otro, y no olviden enjuagar con agua - explicaba Benito mientras todos observaban atentamente.
Después de la divertida lección, todos se sintieron inspirados y se comprometieron a lavarse los dientes al menos dos veces al día.
- ¡Estoy tan feliz de tener amigos como ustedes! - dijo Benito al finalizar la fiesta. - Recuerden, una sonrisa brillante es siempre la más bonita.
Y así, el Oso Benito y sus amigos aprendieron no solo la importancia de lavarse los dientes, sino también a cuidar de la salud como una hermosa rutina diaria. Desde ese entonces, el bosque se llenó de sonrisas brillantes, y todos los animales se maravillaron con su nuevo hábito. Y cada vez que veían el brillo en sus dientes, recordaban con alegría la fiesta y las enseñanzas de Benito.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.