El Oso Bonachón y la Miel de la Amistad
En un bosque lleno de pinos y flores coloridas, vivía un oso llamado Oso Bonachón. Oso era famoso por su amor por la miel y su gran corazón. Cada mañana, mientras el sol se asomaba, Oso salía a buscar su delicia favorita. Pero no solo le gustaba la miel, también disfrutaba de la compañía de sus amigos, los niños del pueblo cercano.
Una soleada mañana, Oso decidió preparar una gran fiesta en su cueva, para compartir su miel con sus amigos. Con mucho entusiasmo, juntó todo lo que necesitaba: miel, frutas frescas y algunas galletitas.
- ¡Estoy tan emocionado! - dijo Oso mientras llenaba su cueva con los ricos alimentos. - Mis amigos vendrán y la pasaremos genial.
Mientras tanto, en el pueblo, dos niños llamados Luca y Sofía escuchaban sobre la fiesta de Oso.
- ¡Nena, no puedo esperar para probar la miel de Oso! - dijo Luca, con los ojos brillando de emoción.
- Yo tampoco, pero Oso siempre dice que debemos hacer algo especial para la fiesta. Quizás deberíamos llevarle algo de regalo, no solo ir a comer - sugirió Sofía.
Ambos decidieron recolectar flores del campo para llevarle a Oso. Era un gesto simbólico de agradecimiento por su amistad. Cuando llegaron a la cueva del oso, encontraron a Oso Bonachón colocando las últimas decoraciones.
- ¡Hola, Oso! - gritaron Luca y Sofía al unísono.
- ¡Hola, chicos! ¡Qué alegría verlos! - respondió Oso, abrazándolos con su gran pata. - ¿Qué trajeron para la fiesta?
Los niños le mostraron las flores, que Oso miró con gran sorpresa.
- ¡Qué regalo tan hermoso! ¡Gracias! - dijo Oso emocionado. - Me encanta, especialmente porque lo hicieron ustedes. La amistad es la miel más dulce de todas.
La fiesta comenzó y todos los niños del pueblo llegaron. Jugaron juegos divertidos, bailaron y, por supuesto, disfrutaron de la deliciosa miel. Pero entonces, cuando todo parecía perfecto, de repente apareció un grupo de abejas muy molestas.
- ¡Oso, tenemos un problema! - gritó Sofía asustada. - ¡Las abejas vienen hacia aquí!
- No se preocupen, amigos. No quieren hacernos daño, solo están protegiendo su miel - dijo Oso, tratando de mantener la calma.
Las abejas revoloteaban alrededor de la cueva. Los niños se asustaron y comenzaron a correr. Oso, viendo el pánico en sus ojos, decidió actuar.
- ¡Esperen! No hay razón para asustarse. Voy a hablar con las abejas - dijo Oso, acercándose a ellas con gentileza.
- ¡Hola, amigas! - dijo Oso, con su voz suave y tranquila. - Estamos aquí disfrutando de la fiesta y queríamos compartir su deliciosa miel con mis amigos. ¿Podemos hacerlo?
Las abejas, al escuchar la amabilidad de Oso, se calmaron.
- ¡Hola, Oso! - respondieron las abejas. - Nos encanta la miel, pero también queremos ser parte de la fiesta. ¿Podrías darnos algo de fruta para compartir?
Oso pensó un momento.
- ¡Claro que sí! Les puedo dar un poco de fruta y también pueden compartir su miel. ¡Así todos disfrutaremos! - propuso con una sonrisa.
- ¡Eso suena genial! - dijeron las abejas, ahora mucho más amigables.
Los niños miraban con asombro lo que sucedía. Oso compartió algunas frutas y las abejas, a cambio, trajeron tarros de miel, que fueron el deleite de todos.
- ¡Miren! - gritó Luca, mientras todos probaban la miel. - ¡Es la miel más rica que he probado! ¡Gracias, Oso!
- Y gracias a las abejas por unirse a la fiesta - añadió Sofía, sonriendo a los pequeños insectos.
Pasaron la tarde juntos, cantando, bailando y disfrutando no solo de la miel, sino también de la alegría de compartir. Oso se dio cuenta de que la verdadera felicidad venía de la amistad y la colaboración. El bosque se llenó de risas y música, uniendo a todos en una gran celebración.
Al final del día, cuando el sol comenzó a ocultarse, Oso miró a sus amigos y a las abejas y se sintió profundamente feliz.
- Hoy he aprendido que cuando compartimos y trabajamos juntos, ¡podemos hacer que cualquier cosa suceda! - exclamó Oso.
Y así, aquellos niños y el oso bonachón forjaron la más dulce amistad, donde aprendieron que la colaboración, el respeto y la inclusión, son la miel que endulza la vida.
FIN.