El Oso Desorientado



En un espeso bosque de pinos y robles, vivía un pequeño oso llamado Pablo. Era un oso curioso, siempre listo para explorar y descubrir cosas nuevas. Sin embargo, había algo que no le gustaba: escuchar las recomendaciones de sus padres. Una cálida mañana, mientras el sol brillaba entre las hojas, sus padres le advirtieron:

"Pablo, hoy no vayas más allá del arroyo. Hay muchas cosas que no conoces y puede ser peligroso".

Pero Pablo, desobedeciendo a sus padres, decidió aventurarse. Colocándose su gorra de explorador, se dirigió hacia el desconocido horizonte, ignorando las advertencias.

Al poco rato, Pablo descubrió praderas llenas de flores coloridas que nunca había visto. Con alegría, dijo:

"¡Miren cuántas flores! ¡Esto es genial!"

Sin embargo, al seguir caminando, comenzó a sentirse un poco extraño. En lugar de juegos y risas, las flores se volvían cada vez menos amigables y los caminos más confusos.

De repente, se encontró frente a un gran árbol cuyas ramas se alzaban como brazos. Pablo pensó que podría ser un lugar divertido para jugar. Sin pensarlo, decidió trepar, pero a medida que iba subiendo, se dio cuenta de que no conocía el camino de regreso.

Empezó a entrar en pánico:

"¡Ay, no! ¿Qué voy a hacer?"

Desde lo alto del árbol, Pablo podía ver un paisaje que nunca había imaginado. Pero, en lugar de maravillarle, le provocó una sensación de desorientación. En ese momento, recordó las palabras de su madre:

"Siempre hay que seguir el camino seguro".

Decidió entonces bajar del árbol y buscar el camino de regreso. Mientras se adentraba en el bosque, comenzó a escuchar un zumbido y una risa. Se asomó detrás de un arbusto y vio a un grupo de pequeños animales, un conejo, un zorro y varios pájaros, todos riendo y jugando.

"Hola, oso curioso. ¿Quieres jugar con nosotros?" , preguntó el conejo.

Pablo sonrió, pero recordó que estaba perdido y no podía divertirse sin encontrar el camino de regreso primero.

"Me encantaría, pero estoy tratando de volver a casa. Me perdí porque no escuché a mis padres".

El zorro, que era muy astuto, ofreció su ayuda:

"Podemos ayudarte. Si sigues nuestras instrucciones, seguro encontrarás el camino".

Pablo sintió un alivio al oír eso. Los animales le mostraron cómo seguir los sonidos del arroyo.

"Siempre debes seguir el curso de un río para encontrar el hogar". Dijo uno de los pájaros.

Así que, siguiendo esas indicaciones y aprendiendo de su error, Pablo cruzó praderas y desfiladeros. En el camino, se divertía con sus nuevos amigos, pero no dejó de estar atento para recordar las recomendaciones de sus padres.

Finalmente, después de un largo recorrido, Pablo escuchó el murmullo familiar del arroyo. Su corazón dio un vuelco de alegría.

"¡Ahí está! Necesito ir hacia allá".

Con la ayuda de sus nuevos amigos, Pablo logró regresar al lugar donde comenzó su aventura. Cuando llegó, sus padres lo estaban buscando, preocupados. Al verlo regresar sano y salvo, corrieron hacia él.

"¡Pablo! ¡Nos tenías muy preocupados!" dijo su madre, abrazándolo fuertemente.

La lección aprendida hizo que Pablo respondiera:

"Lo siento, mamá. Aprendí que a veces es mejor escuchar a los que saben. ¡No volveré a desobedecerte!".

Sus padres sonrieron. Sabían que parte de crecer era aprender de los errores. Pablo se sintió aliviado y feliz de volver a casa. Desde ese día, se convirtió en un oso más sabio y respetuoso con las sugerencias de sus padres, sabiendo que sus advertencias eran para protegerlo.

Y así, una simple excursión se transformó en una increíble aventura que Pablo jamás olvidaría, recordándole siempre que la curiosidad es maravillosa, pero la inteligencia y la prudencia son aún más importantes.

Y por si acaso, cuando los demás animales lo invitaron de nuevo a jugar, Pablo respondió:

"¡Claro! Pero esta vez, siempre acompañado y siguiendo el camino seguro".

FIN.

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