El oso generoso



Había una vez en un hermoso bosque, un oso llamado Bruno. Bruno era grande y fuerte, pero tenía un problema: no le gustaba compartir.

Siempre gruñía y se ponía de mal humor cuando alguien intentaba acercarse a sus cosas. Un día, mientras Bruno buscaba comida en el bosque, escuchó unos risitas provenientes de un arbusto cercano. Curioso, se acercó sigilosamente y descubrió a dos pequeños conejitos jugando con unas deliciosas bayas rojas.

"-¡Esas bayas son mías! ¡Váyanse!" -gruñó Bruno furioso. Los conejitos se asustaron y rápidamente dejaron las bayas en el suelo antes de correr hacia su madriguera. Pero algo extraño ocurrió.

Las bayas comenzaron a brillar intensamente y una voz mágica resonó en el aire. "-Bruno, tienes que aprender a compartir si quieres ser feliz. "El oso quedó sorprendido por la situación y decidió reagarrar las bayas para llevárselas a casa.

Al llegar al río para beber agua fresca, encontró a una familia de patos jugando cerca de la orilla. "-¡Vayanse! ¡Este es mi río!" -gritó Bruno enfadado. Los patitos salieron corriendo asustados hacia su mamá pato que estaba nadando tranquilamente.

Pero nuevamente las cosas empezaron a cambiar cuando Bruno soltó las bayas al suelo. Esta vez apareció una nube mágica que rodeaba al oso. "-Bruno, debes aprender a compartir si quieres tener amigos verdaderos.

"El oso se quedó pensativo y decidió dejar las bayas en el suelo para que los patitos pudieran disfrutarlas. Entonces, algo maravilloso ocurrió. Los patitos comenzaron a nadar alrededor de Bruno y le dieron las gracias con una serie de graznidos alegres.

Bruno entendió que compartir no era tan malo como pensaba y decidió cambiar su actitud egoísta. Desde ese día, el oso gruñón se convirtió en un oso amigable y generoso. Un día, mientras caminaba por el bosque, Bruno encontró a dos ardillas discutiendo sobre unas nueces.

"-¡Esas nueces son mías! ¡Váyanse!" -exclamó Bruno recordando su antiguo comportamiento. Pero esta vez, antes de gruñir, recordó lo feliz que había sido cuando compartió con los conejitos y los patos.

Decidió acercarse amistosamente a las ardillas y les ofreció algunas bayas deliciosas a cambio de algunas nueces. Las ardillas aceptaron la oferta encantadas y compartieron sus nueces con Bruno. Juntos, pasaron una tarde llena de risas e historias divertidas.

Desde aquel día, Bruno se convirtió en el oso más querido del bosque. Todos los animales disfrutaban pasar tiempo con él porque sabían que siempre estaba dispuesto a compartir lo que tenía. Y así fue como el oso gruñón aprendió la importancia de compartir.

Aprendió que al hacerlo no solo ganaba amigos verdaderos sino también felicidad en su corazón.

FIN.

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