El Oso Hormiguero y el Gran Llanto en la Selva
En una selva llena de colores y sonidos, vivía un oso hormiguero muy especial llamado Arlo. No era un oso hormiguero común; Arlo tenía un don mágico: podía cantar de una manera tan hermosa que incluso los llantos más fuertes se convertían en risas.
Cada mañana, al despertar, Arlo se asomaba a la ventana de su pequeña cueva.
"¡Buenos días, selva!", decía emocionado. Pero lo que más le gustaba era ayudar a las crías de los animales que a menudo lloraban por diferentes razones.
Un día, mientras caminaba por el sendero, escuchó un llanto desgarrador. Era Tino, el pequeño tapir, quien estaba sentado junto a un charco.
"¿Por qué llorás, Tino?", le preguntó Arlo.
"Perdí a mi mamá y no sé cómo encontrarla", respondió Tino con lágrimas en los ojos.
"¡No te preocupes! Vamos a buscarla juntos", dijo Arlo, sonriendo.
Así, Arlo y Tino comenzaron la búsqueda. Pasaron por debajo de árboles altos y cruzaron riachuelos brillantes, pero la mamá de Tino parecía haber desaparecido. Tras un rato, Arlo notó que Tino seguía triste, así que decidió probar su magia.
"Cierra los ojos y escucha mi canto", le dijo Arlo.
Y comenzó a cantar:
"En la selva, la magia vive,
las mamás siempre vuelven, nunca se van,
y aunque a veces no las veas,
con amor, las encontrarás".
La canción envolvió a Tino y, para su sorpresa, sus lágrimas comenzaron a cesar. Sin embargo, la búsqueda de su mamá continuaba. Caminaban, preguntaban y preguntaban, pero no lograban encontrarla.
De pronto, se toparon con un grupo de criaturas que parecían preocupadas:
"¿Qué les pasa?", preguntó Arlo.
"¡Oh, Arlo!" dijo Cleo, la pequeña rana. "Todos lloran aquí porque no saben cómo jugar. ¡El juego se ha perdido!".
"Oh, eso suena complicado", respondió Arlo, pensando en cómo podría ayudar.
Así que, decidido, reunió a todos.
"Escuchen, amigos, si no saben cómo jugar, ¡vamos a crear un nuevo juego!", propuso. Y pronto, con el canto de Arlo guiando, divirtieron a todos enseñando a jugar al escondite.
Mientras tanto, el canto de Arlo hizo eco en toda la selva, y pronto, la mamá de Tino escuchó.
"¡Ese canto lo conozco!", exclamó, y siguió el sonido hasta encontrar a su pequeño.
Cuando llegaron, Tino gritó de alegría:
"¡Mamá! ¡Te extrañé tanto!".
"¡Yo también, pequeño!", respondió su mamá, arrodillándose para abrazarlo.
Arlo sonrió, sintiéndose feliz de haber ayudado a reunir a la familia.
"Ves, Tino, lo importante es nunca dejar de buscar. Y recuerda, siempre hay magia en nuestros corazones".
"¡Gracias, Arlo! Eres un verdadero amigo", le dijo Tino.
Esa tarde, la selva rebosaba de risas y sonrisas, y cada criatura se unió en un gran coro gracias a Arlo, el oso hormiguero pediatra. Desde entonces, siempre que alguien lloraba, todos sabían a quién buscar. Y Arlo, con su canto, siguió tejiendo la magia de la amistad.
FIN.