El Oso Hormiguero y la Miel Soñada



En un rincón del bosque, vivía un oso hormiguero llamado Agustín. A diferencia de otros osos hormigueros, a Agustín no le gustaban las hormigas. Siempre que veía a un grupo de ellas marchando en fila, hacía una mueca de desagrado y se alejaba. Su verdadero anhelo era saborear la miel dulce que colgaba de las colmenas de las abejas.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Agustín se topó con su amiga Lucía, una mariposa muy curiosa.

"Hola, Agustín. ¿Por qué estás tan triste?" - le preguntó Lucía, notando su expresión melancólica.

"¡Hola, Lucía! Quiero comer miel, pero no me gustan las hormigas. No sé cómo llegar a ella sin tener que cruzarme con ellas" - respondió Agustín, frunciendo el ceño.

"Pero... las hormigas son muy trabajadoras y son parte del bosque. Tal vez podrías intentar llevarte bien con ellas" - sugirió Lucía.

"¡Nunca! No me gusta su forma de moverse ni su color. ¡Además, son siempre tan numerosas!" - dijo Agustín con desdén.

Inconforme con su propio obstáculo, Agustín decidió seguir buscando miel. Comenzó a buscar colmenas en los árboles, pero no lograba alcanzarlas. Todos sus intentos se convertían en malos tragos. Un día, mientras intentaba estirarse en la base de un gran árbol, escuchó un alboroto que venía de una colmena cercana. Al acercarse, se dio cuenta de que un grupo de abejas estaba en problemas.

"¡Socorro!" - gritaba una abeja que se había quedado atrapada en una telaraña.

Agustín había visto muchas hormigas en su camino, pero nunca había ayudado a una abeja. Su corazón empezó a latir más rápido.

"No sé si deba ayudar..." - murmuró para sí mismo, recordando su aversión hacia las criaturas que vivían en su bosque.

"Por favor, no puedo liberarme sin ayuda" - insistió la abeja, asustada.

Finalmente, Agustín tomó aire y decidió ayudarla. Con mucho cuidado, utilizó su larga nariz y sus garras para liberar a la abeja de la telaraña.

"¡Lo lograste!" - exclamó la abeja con alegría. "Gracias, amigo. Soy Bella, y estoy muy agradecida. ¿Puedo invitarte a mi colmena por tu amabilidad?"

Agustín se sintió aliviado y emocionado al mismo tiempo. A pesar de sus temores, había hecho una buena acción.

"Bueno, no tengo que cruzarme con hormigas... así que, ¡me encantaría!" - dijo Agustín, sintiendo un pequeño brillo de alegría.

They volaron hacia la colmena mientras todas las abejas lo recibían con alegría.

"¡Trae aquí a nuestro héroe!" - gritaron las abejas al unísono.

Agustín se sintió un poco más valiente y comprendió que a veces era posible dejar de lado los prejuicios. En la colmena, Bella le presentó a sus amigas y le ofrecieron un delicioso tarro de miel. Agustín no se lo podía creer.

"¿Es “miel de flores”?" - preguntó con curiosidad.

"¡Exactamente!" - respondió Bella y le ofreció un poquito.

"¡Es riquísima! Jamás imaginé que podría tener un sabor tan dulce!" - exclamó, disfrutando cada gota.

Después de esa experiencia, Agustín decidió que, aunque no le gustaran las hormigas, eso no significaba que no pudiera ser amigo de otras criaturas del bosque. Conoció a muchas de ellas, y con el tiempo, Agustín aprendió que ayudar a los demás traía más recompensas que lo que podría obtener inicialmente.

Desde aquel día, el oso hormiguero ya no estaba triste. Se convirtió en el verdadero defensor de las abejas y les ayudó a mantener su hogar libre de problemas, lo que lo llevó a aprender a vivir en armonía con todas las criaturas del bosque, incluidas las hormigas.

FIN.

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