El Oso que Encontró su Huella



En un hermoso bosque lleno de árboles altos y ríos cristalinos, vivía un oso llamado Bruno. Bruno era un oso curiosísimo, siempre tenía ganas de explorar y descubrir cosas nuevas. Pero había un problema: a pesar de su gran curiosidad, Bruno se sentía un poco triste porque pensaba que no era como los demás animales del bosque.

Un día, mientras caminaba por un sendero, se encontró con un grupo de animales. Eran una ardilla, un ciervo y un conejo. Todos estaban en un claro, organizando un juego de escondidas.

"¡Hola, Bruno! ¡Ven a jugar con nosotros!" - dijo la ardilla, moviendo su colita emocionada.

"No sé si debo, ustedes son tan ágiles. Yo soy sólo un oso grande y torpe" - respondió Bruno, bajando la mirada.

El ciervo, que era amable, se acercó a Bruno y le dijo:

"Pero eso no importa, Bruno. Cada uno de nosotros tiene algo especial para aportar. ¡Tú también!"

Bruno comenzó a pensar en lo que podría hacer. Al intentar unirse a ellos, se dio cuenta de que efectivamente era muy torpe para jugar a escondidas. Se tropezó con una piedra y cayó en un arbusto lleno de flores.

"¡Ay! ¿Estás bien, Bruno?" - preguntó el conejo, asustado.

"Sí, sí... solo estoy recolectando flores" - murmuró con una sonrisa, mientras se sacudía el polvo.

Los animales comenzaron a reírse de la situación y, en ese instante, una idea brillante cruzó por la mente de Bruno.

"¿Y si hacemos un juego diferente?" - propuso.

"¿Qué tienes en mente?" - preguntó la ardilla, bastante intrigada.

"Podemos hacer una búsqueda del tesoro. Yo puedo ayudar a buscar las flores más hermosas del bosque y, además, puedo hacer un camino seguro para que todos ustedes puedan correr y jugar sin tropezar" - explicó Bruno con entusiasmo.

El grupo se miró entre sí, pensativos. Finalmente, el ciervo asintió.

"¡Esa es una gran idea!" - exclamó.

Así fue como comenzaron la búsqueda del tesoro, con Bruno liderando el camino. Mientras caminaban, Bruno utilizaba su gran tamaño para despejar el camino de ramas y piedras. Mientras tanto, los demás iban recogiendo las flores más bellas que encontraban.

"Miren cuántas flores hemos recolectado gracias a Bruno. ¡Es el mejor buscador de tesoros del bosque!" - gritó la ardilla mientras sostenía un brazo lleno de flores.

Al final del día, todos estaban cansados pero felices. Bruno miró hacia su alrededor y se dio cuenta de que, aunque no era como los demás, había encontrado su lugar en el grupo.

"Gracias, amigos. No sabía que podía ser útil de esta forma. A veces, lo que somos puede ser especial incluso cuando a veces nos sentimos diferentes" - dijo Bruno con una gran sonrisa.

Desde ese día, Bruno ya no sintió tristeza por su tamaño. Comprendió que todos tienen algo único que ofrecer, y que a veces, sólo hay que encontrar la manera de brillar. Aprendió que ser diferente no es malo, sino que puede ser una fortaleza.

Y así, Bruno se convirtió en el mejor amigo de los demás animales, siempre listo para ayudar y hacer del bosque un lugar aún más hermoso.

FIN.

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