El Oso que No Quería Lavar Frutas
Había una vez en un hermoso bosque, un oso llamado Bruno que adoraba comer frutas. Las moras, las frambuesas y las fresas eran sus favoritas. Sin embargo, había un pequeño problema: ¡Bruno nunca lavaba las frutas antes de comerlas!
Un día soleado, mientras paseaba por el bosque, Bruno vio un arbusto lleno de jugosas moras. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ellas y comenzó a comer. Los jugosos y dulces frutos estaban irresistibles.
"¡Qué ricas!" - exclamó Bruno con la boca llena. Pero en ese instante, pasó su amigo, el conejo Pipo.
"¡Bruno!" - gritó Pipo "¡Deberías lavar esas moras antes de comerlas!"
"¿Por qué? Si se ven deliciosas así," - respondió Bruno, con un bocado de mora en la boca.
Pipo decidió dejarlo porque Bruno siempre hacía lo que quería.
Más tarde, Bruno se fue a jugar con sus amigos y comió más frutas sin lavar. Las fresas, las uvas, el melón... ¡todo lo que le daba hambre! Sin embargo, esa noche, Bruno comenzó a sentir un dolor en la barriga.
"¡Ay!" - gritó Bruno "Me duele la panza. ¿Qué me pasa?"
"Quizás son las frutas que comiste sin lavar," - dijo la sabia tortuga Tula que pasaba por ahí.
"¡Bah! A mí no me importa. Nunca me pasó nada," - respondió Bruno, que aún no entendía la lección.
Los días pasaron y a la mala - además del dolor - le aparecieron granitos en su cara.
"¡Bruno, estás muy extraño!" - comentó el pájaro Lucas "¿No pensaste en lo que comes?"
"Yo sólo estoy disfrutando de las frutas en su estado natural," - dijo Bruno intentando no preocupar a sus amigos.
Pero los días se volvieron cada vez más difíciles; sus amigos se preocuparon por él y aun así, Bruno seguía sin escuchar los consejos de los demás.
Finalmente, una mañana se pasó de la raya y decidió comer unas uvas de un arbusto que parecía tener manchas. Desde el primer bocado sintió un escalofrío extraña. Antes de que se diera cuenta, su panza dio un rugido fuerte y comenzó a revolotear en círculos.
"¡Esto no puede ser! ¡Estoy enfermo!" - gritó mientras corría hacia su casa.
Bruno estaba muy asustado. Se miró al espejo y vio todos los granos en su cara. Por primera vez empezó a preocuparse.
Esa noche, pasaron los días, pero Bruno no se sentía mejor. Todos sus amigos, como Pipo y Tula, se reunieron en su casa para darle ánimo.
"Bruno, no nos dejas preocupados. ¿Por qué no escuchaste a los demás?" - le preguntó Pipo.
"No sé, pensé que sólo era comer y ya," - contestó con tristeza Bruno.
La tortuga Tula se acercó y le dijo con amor:
"A veces, los buenos hábitos son difíciles de entender, pero son importantes para nuestra salud."
Bruno comprendió que había ignorado los consejos de sus amigos y que su problema era consecuencia de no cuidar lo que comía.
Al día siguiente, decidió cambiar. Fue al arroyo y comenzó a lavar las frutas antes de comerlas.
"¡Mirá, Pipo! Estoy lavando las moras!" - dijo alegremente.
"¡Eso es genial, Bruno!" - respondió Pipo con una gran sonrisa.
Desde entonces, Bruno se convirtió en un ejemplo en el bosque. Enseñaba a todos los demás animales sobre la importancia de cuidar su alimentación y a lavar las frutas.
"Nunca más volveré a comer sin lavar las frutas. ¡Gracias por ayudarme!" - les decía a sus amigos.
Así, Bruno no solo curó sus granos y su panza, sino que también se hizo famoso por ser el oso más limpio del bosque. Y todos los animales aprendieron a cuidar de su salud y a disfrutar de las frutas de la manera correcta y saludable.
Desde entonces, Bruno nunca dejó de recordar que, aunque comer es divertido, cuidar de lo que comemos es vital.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.