El Oso y el Río Mágico



Una mañana brillante y soleada, un oso llamado Berto decidió que era el día perfecto para un buen baño en el río. Berto era un oso grande y animal, pero también era muy juguetón. Cuando llegó al río, se zambulló con un gran salto y el agua fresca lo hizo sentir como nuevo.

"¡Esto es increíble!", exclamó Berto mientras nadaba. "¡El agua es tan refrescante!".

Mientras nadaba, Berto notó algo brillante en el fondo del río. Curioso, nadó hacia abajo y descubrió una piedra especial que brillaba como si tuviera luces dentro.

"¡Mirá esto!", dijo Berto mientras emergía del agua con la piedra entre sus patas. "¡Es hermosa!".

De repente, una pequeña rana llamada Rufi saltó hacia la orilla del río.

"Hola, Berto. Ese es un cristal mágico. Muchos animales han venido aquí en busca de él, pero solo tú has tenido la suerte de encontrarlo!", explicó Rufi, emocionada.

"¿Mágico? ¿Qué puede hacer?" preguntó Berto, intrigado.

"El cristal puede cumplir un deseo. Pero cuidado, debes ser sabio en tu elección, porque un deseo mal pensado podría traer problemas", advirtió Rufi.

Berto pensó por un momento. La idea de un deseo lo emocionaba. Podría desear una interminable cantidad de miel, ser el oso más fuerte del bosque o tal vez tener la habilidad de volar. Pero una parte de él sabía que debía ser inteligente. Luego recordó algo que le preocupaba.

"Siempre veo que los pequeños animales luchan por encontrar comida. Podría desear que todos en el bosque tuvieran suficiente para comer", dijo Berto, pensando en los demás.

Rufi sonrió al escuchar el deseo de Berto.

"¡Esa es una gran elección, amigo! Vamos a hacer el hechizo juntos".

Los dos se acercaron al agua y, con una gran exhalación, Berto sostuvo el cristal sobre su cabeza y dijo:

"Deseo que todos los animales del bosque tengan suficiente comida para siempre".

Un destello de luz iluminó el bosque y, en ese momento, una lluvia de semillas de colores comenzó a caer del cielo, cubriendo todo a su alrededor.

Los animales del bosque sintieron el aroma de la comida y comenzaron a salir de sus escondites. Con gran alegría, todos se reunieron alrededor de Berto.

"¡Gracias, Berto! Eres un héroe!", gritó un conejito mientras saltaba de felicidad.

Sin embargo, un pequeño pájaro llamado Pipo se acercó a Berto con una expresión preocupada.

"Pero Berto, ahora tenemos tanta comida. ¿Qué haremos si nos falta espacio para almacenarla?".

Berto reflexionó sobre esto y, con su gran buen humor, tuvo otra idea.

"Podríamos hacer un gran banquete en el claro del bosque. Todos podemos compartir lo que tenemos y así aprender a trabajar juntos”, sugirió.

Y así fue como todos los animales, desde los más pequeños hasta los más grandes, se unieron para organizar la gran fiesta. Juntos recolectaron la comida y la llevaron al claro. Establecieron mesas improvisadas con ramas y hojas.

"Esto es hermoso, Berto", dijo Rufi, mientras miraba a todos sus amigos juntos.

Cuando llegó la noche, el claro del bosque brillaba con luces de luciérnagas y risas de los animales. La fiesta fue un éxito y todos se sintieron felices y agradecidos.

A medida que el sol se escondía, Berto miró a su alrededor y comprendió que, aunque había deseado comida, lo más valioso era la amistad y la unión que había creado.

"Quizás el verdadero tesoro es poder compartir momentos así", reflexionó Berto mientras sonreía.

Y así, el río mágico no solo dejó al bosque un suministro interminable de comida, sino también un recuerdo de camaradería y colaboración entre todos sus habitantes. Desde ese día, los animales aprendieron que juntos podían superar cualquier desafío.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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