El oso y su verdadera amistad



Había una vez un oso que vivía en un gran bosque. A pesar de ser muy tierno y amigable, todas las personas le tenían miedo debido a su tamaño y apariencia intimidante.

El pobre oso se sentía muy triste porque no tenía amigos con quien jugar ni compartir momentos divertidos. Un día, el oso decidió hacer algo diferente para poder tener amigos.

Pensó que si se disfrazaba, la gente no lo reconocería y tal vez así podría conocer a alguien dispuesto a darle una oportunidad. Así que fue al desván de su casa y encontró un viejo baúl lleno de disfraces. El primer disfraz que eligió fue el de conejo con orejas largas.

Se colocó el traje animal, se puso las orejas puntiagudas y salió del bosque hacia la ciudad.

La gente se sorprendió mucho al ver a un conejo tan grande caminando por las calles, pero nadie supo que en realidad era el oso disfrazado. El oso estaba emocionado porque finalmente podía acercarse a las personas sin asustarlas. Sin embargo, nadie parecía interesado en hacerse amigo del conejo gigante. Todos lo miraban con curiosidad pero seguían alejándose rápidamente.

Triste por este fracaso, el oso regresó al bosque pensando en qué otra cosa podría hacer para tener amigos.

Fue entonces cuando tuvo una idea genial: ¡se disfrazaría de burro! Seguro que los niños adorarían verlo e incluso podrían acercarse a él para acariciarlo. Así que al día siguiente, el oso se vistió con un traje de burro y salió nuevamente hacia la ciudad. Los niños se emocionaron al ver a un burrito tan simpático paseando por las calles.

Se acercaron corriendo y comenzaron a jugar con él, pensando que era solo un divertido disfraz.

El oso estaba feliz de tener amigos por fin, pero pronto se dio cuenta de que los niños solo querían jugar con el burrito y no les importaba conocerlo realmente. Se sintió decepcionado porque lo querían solo por su apariencia y no por quién era en realidad. Decidido a encontrar amigos verdaderos, el oso ideó otro plan.

Esta vez, se disfrazaría de jirafa para llamar la atención de una manera diferente. Con su largo cuello y sus manchas marrones, seguro que lograría captar la curiosidad de las personas. Una vez más, el oso salió del bosque vestido como jirafa.

La gente quedó asombrada al verlo caminar entre ellos con su elegante disfraz. Todos lo miraban con admiración e incluso algunos le pedían sacarse fotos junto a él.

En medio de todo ese bullicio, un niño pequeño notó algo extraño en esa jirafa gigante: ¡sus patas peludas! El niño se acercó sigilosamente al oso y le dijo bajito: "Sé que eres tú debajo de ese disfraz". El oso quedó sorprendido pero sonrió al escuchar esas palabras.

"¡Tienes razón!", respondió el oso quitándose lentamente la máscara de jirafa. "Quería tener amigos, pero me di cuenta de que no necesito disfrazarme para eso. Solo tengo que ser yo mismo". El niño sonrió y le tendió la mano al oso.

Desde ese día, se volvieron los mejores amigos y juntos descubrieron que la verdadera amistad no se basa en las apariencias sino en el cariño y la sinceridad.

A partir de ese momento, el oso ya no necesitó disfrazarse para tener amigos. La gente aprendió a conocerlo tal como era y dejaron de temerle. El oso se convirtió en un símbolo de amor y amistad en el bosque, donde todos lo querían por su corazón bondadoso.

Y así, el oso comprendió que lo más importante es ser uno mismo y aceptarse tal como es. No importa cómo te veas por fuera, lo único que realmente importa es la belleza que llevas dentro de ti.

Y esa belleza siempre encontrará un camino para brillar y atraer a aquellos dispuestos a mirar más allá de las apariencias.

FIN.

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