El otoño encantado de Beestan


- ¡Ay! ¿Qué fue eso? - exclamó Beestan, frotándose la cara con sorpresa. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en medio de un bosque frío y alejado de la civilización.

Beestan era un pequeño ser mágico, mitad hombre y mitad bestia, que vivía en armonía con la naturaleza. Siempre había estado acostumbrado a los días soleados y llenos de vida en el bosque, pero aquel día todo parecía diferente.

El cielo grisáceo le daba una sensación extraña, como si algo estuviera por cambiar. Beestan decidió explorar el bosque para descubrir qué estaba pasando. Mientras caminaba entre los árboles, notó que las hojas caían lentamente al suelo, creando una alfombra multicolor.

De repente, otra hoja cayó sobre su nariz y lo hizo estornudar tan fuerte que todas las hojas del camino volaron por los aires. Entre risas, Beestan comenzó a perseguir las hojas mientras bailaban con el viento.

- ¡Es divertido! - exclamó Beestan emocionado. Mientras seguía jugando con las hojas, escuchó un ruido proveniente del fondo del bosque. Curioso como siempre, decidió seguirlo hasta llegar a un claro donde encontró a otros seres mágicos: hadas danzantes.

Las hadas eran pequeñas criaturas luminosas que irradiaban alegría y energía positiva. Bailaban entre las flores y cantaban melodías encantadoras. Beestan se quedó fascinado por su belleza y gracia. - ¡Hola! - saludó Beestan, acercándose tímidamente.

Las hadas lo recibieron con una sonrisa y le explicaron que el bosque estaba experimentando un cambio de estación. El otoño había llegado, trayendo consigo la caída de las hojas y la preparación para el invierno.

- ¿Y eso significa que el sol no volverá a brillar? - preguntó Beestan preocupado. Las hadas rieron suavemente y le aseguraron que aunque los días estuvieran nublados, el sol siempre estaría allí, esperando su turno para brillar nuevamente.

Le enseñaron que cada estación tiene su magia especial y que la naturaleza sabe cómo cuidarse a sí misma. Beestan entendió entonces que los cambios formaban parte de la vida y eran necesarios para crecer y evolucionar.

Aprendió a apreciar la belleza del otoño, con sus colores cálidos y sus hojas danzantes. Desde aquel día en adelante, Beestan disfrutaba cada momento en el bosque frío.

Aprendió a escuchar los sonidos del viento entre los árboles desnudos, a admirar las gotas de lluvia sobre las ramas y a abrazar la calma de los días nublados. Y así fue como Beestan descubrió que incluso en medio de las situaciones más difíciles o desconcertantes, siempre hay algo hermoso por encontrar.

Aprendió a valorar cada estación del año y comprendió que todo forma parte de un ciclo natural lleno de aprendizajes y sorpresas.

Así, Beestan continuó su vida en el bosque frío y alejado de la civilización, compartiendo sus conocimientos con otros seres mágicos y enseñándoles a disfrutar cada momento, sin importar las circunstancias. Y así, entre risas y juegos con las hojas del otoño, Beestan descubrió que la magia está presente en cada rincón de la naturaleza.

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