El otoño y la clase de los pequeños exploradores



Era un hermoso día en el colegio La Milagrosa de Cuenca. Las hojas de los árboles brillaban en tonos de naranja, rojo y amarillo, anunciando la llegada del otoño. En la clase de infantil de tres años, todos los pequeños estaban muy emocionados. La maestra, la señora Ana, decidió que era el momento perfecto para aprender sobre esta estación mágica.

"¡Buenos días, mis pequeños exploradores!" - les dijo la señora Ana con una sonrisa brillante.

"¡Buenos días, seño!" - respondieron los niños al unísono, mientras movían sus manitas.

"Hoy vamos a hablar sobre el otoño. ¿Quién sabe qué es lo que sucede en esta época del año?" - preguntó.

Las manitas se levantaron enérgicamente.

"¡Las hojas caen!" - gritó Lucía, emocionada.

"¡Los días se hacen más cortos!" - añadieron Tomás y Mateo, aunándole mucho aire a sus respuestas.

La señora Ana asintió con la cabeza mientras escribía en la pizarra: "Otoño".

"Así es, amigos. Pero el otoño también es el momento de recoger muchas cosas hermosas de la naturaleza. ¿Qué les parece si hacemos una excursión al patio?" - sugirió la maestra.

Los chicos saltaron de alegría, mientras sus caritas se iluminaban.

"¡Sí, vamos!" - gritaron todos, unos más emocionados que otros.

Al salir al patio, las hojas comenzaron a caer suavemente como una lluvia de colores.

"Miren, ¡hay hojas de todos los colores!" - dijo Mateo, mientras reunía una gran cantidad de hojas debajo de un árbol.

"Y son diferentes formas también, ¡mira!" - comentó Lucía, mostrando una hoja en forma de corazón.

Los niños corrieron disfrutando del fresco aire de otoño, recolectando hojas y observando los cambios a su alrededor.

La señora Ana los guió para hacer una actividad:

"Vamos a crear un mural con las hojas que encuentren. Cada uno puede contarle a la clase qué color y qué forma tiene su hoja. ¡Esto nos ayudará a aprender a observar la naturaleza!"

Los niños se pusieron a trabajar, pegando sus hojas en una gran cartulina amarilla, riendo y conversando todo el tiempo.

Pero, de repente, una rara ráfaga de viento sopló y arrastró varias de las hojas ya pegadas en el mural.

"¡Nooooo!" – exclamó Mateo, mientras corría tras las hojas voladoras.

"Seño, ¡se nos volaron las hojas!" – decían los niños en un tono de alarma.

La señora Ana, resplandeciendo de calma, los reunió a todos.

"No se preocupen, esto es parte de nuestro aprendizaje. A veces las cosas no salen como uno espera, pero eso es lo que hace que nuestra aventura sea divertida." - les explicó.

"¡Sí, vamos a atrapar esas hojas!" - sugirió Lucía, y, como si hubiera dado la señal, todos comenzaron a correr mientras reían y disfrutaban de la brisa del otoño.

"Atrapa la hoja, ¡atrapala!" - gritaban felices mientras se lanzaban a la caza de las hojas danzantes.

Con el tiempo, no solo lograron recuperar varias hojas, sino que ese juego los ayudó a fortalecer su trabajo en equipo.

"¡Qué divertido es correr y jugar al aire libre!" - comentaba Mateo mientras atrapaban una última hoja antes de que cayera al suelo.

Finalmente, ya de regreso en el aula, todos estaban agotados pero felices.

"Seño, ¡el otoño es genial!" - exclamó Lucía.

"Sí, y está lleno de sorpresas" - dijo la señora Ana, mientras veía el mural lleno de hojas de colores.

Los pequeños exploradores aprendieron que el otoño les traía no solo hojas, sino también lecciones sobre el trabajo en equipo, la naturaleza y la importancia de disfrutar cada momento. La clase terminó con risas, abrazos y un mural que sería recordado por siempre como un símbolo de la magia del otoño y la alegría de explorar juntos.

FIN.

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