El Pacto de Feliz Pedro



En un pequeño pueblo llamado La Virgen, vivía un hombre conocido como Feliz Pedro. Era el dueño de la comunidad y siempre tenía una sonrisa en el rostro. Sin embargo, pocos sabían que, en su juventud, había hecho un pacto con el diablo para conseguir riqueza y fortuna. A cambio, debía cuidar de una mágica piedra llamada mocuana, que le otorgaba abundancia, pero también un precio que no conocía del todo.

Cada semana, Feliz Pedro organizaba ferias en la plaza donde la gente venía a comprar y vender. La plaza estaba llena de vida y color, y todos adoraban a Feliz Pedro por su amabilidad y generosidad. Aun así, había un misterio en su fortuna que intrigaba a todos.

Un día, una niña llamada Luna, que era muy curiosa, comenzó a hacer preguntas sobre la riqueza de Feliz Pedro. Un día, se armó de valor y se acercó a él.

"¡Hola, Feliz Pedro! ¿Cómo hiciste para tener tanto dinero?" - preguntó con ojos brillantes.

"Oh, querida Luna, he trabajado mucho en mi vida. La clave está en ayudar a los demás" - respondió él, sonriendo.

Sin embargo, Luna no se contentó con esa respuesta. Decidió investigar más. Esa noche, mientras el pueblo dormía, Luna se escabulló hacia la gran casa de Feliz Pedro. Allí, encontró la mocuana brillando intensamente en una sala secreta.

"¡Guau!" - exclamó Luna sorprendida. "Esto debe ser la razón de su suerte."

De repente, varios recuerdos y sentimientos comenzaron a fluir en su mente. Mientras observaba la mocuana, se dio cuenta de que, a pesar de toda la riqueza que había traído a Feliz Pedro, la comunidad también había sufrido. No había problemas reales, ni amistad verdadera, pero sí había un vacío en el corazón de la gente. Todos estaban demasiado preocupados por el dinero y las cosas materiales.

Al día siguiente, Luna regresó a la plaza, donde encontró a los mismos habitantes del pueblo hablando de cosas triviales y olvidando sus sueños y esperanzas.

Se acercó a ellos. "¿No creen que deberíamos hacer algo diferente? Todos vivimos por el dinero, pero eso no nos hace felices."

Los habitantes se miraron entre sí, confundidos. "¿Qué propones, Luna?" - preguntó el panadero.

"Hagamos una fiesta, una verdadera fiesta, donde lo importante sea compartir, no sólo vender. He escuchado que la música y el baile pueden unir a la gente." - sugirió Luna.

Todos estuvieron de acuerdo, así que comenzaron a prepararse para el evento. La comunidad se llenó de energía, festejos y risas. Se olvidaron de las preocupaciones del dinero y comenzaron a disfrutar de su compañía. Hasta el propio Feliz Pedro no pudo resistir la alegría, así que decidió unirse a ellos.

A medida que la fiesta avanzaba, Luna sintió que la magia de la mocuana se desvanecía, pero no le importaba. La gente reía, bailaba y compartía historias. En vez de pensar en el dinero, empezaron a valorar los momentos y las risas.

Cuando la fiesta terminó, la gente regresó a sus casas, sintiéndose más unida que nunca. Encontraron que la felicidad no se encontraba en posesiones materiales, sino en la compañía y en los recuerdos compartidos. La adoración hacia Feliz Pedro se transformó en gratitud por el buen corazón que él tenía, aunque la mocuana ya no brillara como antes.

Feliz Pedro también se dio cuenta de que el verdadero valor de la felicidad radicaba en el amor y la amistad, no en las cosas materiales que había conseguido con su pacto. Y así, decidió cambiar su camino.

Exhausto, pero feliz, Feliz Pedro tomó la mocuana y se la entregó a Luna. "Tómala, querida. Te prometo que yo también voy a aprender a vivir sin ella. Vamos a construir un pueblo donde todos seamos felices, sin necesidad de riqueza."

Y así, el pueblo de La Virgen floreció en amor, amistad y risas, y aunque la mocuana ya no brillara, la felicidad que había en sus corazones brillaba más que nunca.

FIN.

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