El pacto de la responsabilidad


Había una vez dos amigos llamados Martin y Becky que vivían en un pequeño pueblo. Cada día, Martin y Becky tenían rutinas diarias muy diferentes, pero siempre encontraban tiempo para jugar juntos.

Martin era un niño muy ordenado y responsable. Siempre se levantaba temprano por la mañana y se vestía rápidamente. Desayunaba con su familia antes de ir a la escuela.

Aunque a veces le costaba trabajo despertarse tan temprano, siempre lo hacía porque sabía que era importante ser puntual. Becky, por otro lado, era más relajada y no le gustaba madrugar. A menudo se quedaba dormida y tenía que correr para llegar a tiempo a la escuela.

Pero siempre llegaba sonriendo y lista para aprender. Después de la escuela, Martin solía hacer sus tareas inmediatamente. Le gustaba terminarlas rápido para tener tiempo libre para jugar con Becky. Siempre completaba sus deberes diligentemente antes de salir a jugar al parque.

Becky, en cambio, solía posponer sus tareas hasta el último momento. A veces incluso olvidaba hacerlas y tenía que pedir ayuda a su mamá o papá. Pero aprendió que es mejor hacer las cosas sin demora para evitar problemas futuros.

Una tarde soleada, Martin invitó a Becky a su casa después de la escuela para mostrarle su nuevo juego de mesa favorito.

"¡Becky! ¡Ven rápido! Tengo un juego increíble que quiero enseñarte", exclamó Martin emocionado cuando vio llegar a su amiga. "Lo siento Martin, pero hoy tengo muchas tareas por hacer", respondió Becky apenada. "No puedo quedarme a jugar. "Martin se sintió un poco decepcionado, pero comprendió que Becky tenía responsabilidades que cumplir.

Decidió ayudarla para terminar rápido sus tareas. "No te preocupes, Becky. Te ayudaré a hacer tus tareas y luego podremos jugar juntos", dijo Martin con una sonrisa. Becky se sorprendió por la amabilidad de su amigo y aceptó su ayuda agradecida.

Juntos, trabajaron rápidamente y lograron terminar todas las tareas en poco tiempo. Una vez que terminaron, corrieron al parque para disfrutar del juego de mesa que Martin había querido mostrarle.

A medida que avanzaba la tarde, Martin y Becky se dieron cuenta de lo bien que trabajaban juntos como equipo. Comprendieron la importancia de ser responsables y organizados en sus rutinas diarias.

Desde ese día en adelante, Martin y Becky hicieron un pacto: siempre ayudarse mutuamente con sus deberes antes de jugar. Aprendieron que trabajar juntos era más divertido y eficiente. Con el tiempo, ambos niños mejoraron en sus rutinas diarias. Martin aprendió a ser más flexible y disfrutar del momento presente sin preocuparse tanto por los horarios.

Becky aprendió a planificar mejor su tiempo para evitar retrasos innecesarios.

Martin y Becky demostraron con su amistad que todos tenemos diferentes formas de hacer las cosas, pero lo importante es respetarnos mutuamente y apoyarnos unos a otros en nuestras rutinas diarias.

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