El país de las dos realidades



En un lugar lejano, había un país llamado Progresolandia, donde las calles brillaban con luces de colores, los edificios alcanzaban el cielo y la tecnología estaba en todas partes.

Los habitantes de Progresolandia tenían acceso a educación de calidad, hospitales equipados y trabajos bien remunerados. Por otro lado, existía el país de Oportunilandia, un lugar donde las casas eran sencillas, las calles de tierra y la gente trabajaba muy duro para salir adelante.

Los niños de Oportunilandia no siempre podían ir a la escuela y a veces no tenían suficiente comida. Un día, Lucas, un niño de Progresolandia, decidió conocer Oportunilandia y descubrir cómo era la vida en ese lugar.

Al llegar, se sorprendió al ver las diferencias tan grandes entre ambos países. - ¡Vaya! Aquí no hay tantos edificios altos ni pantallas brillantes como en mi país, ¿cómo viven aquí? - se preguntaba Lucas. Mientras caminaba, conoció a Martina, una niña de Oportunilandia.

Juntos recorrieron su pueblo, y Lucas se dio cuenta de que, aunque las cosas eran diferentes, la gente de Oportunilandia era amable, solidaria y feliz con lo que tenían.

- En Progresolandia tenemos muchas comodidades, pero veo que en Oportunilandia la gente valora otras cosas que son igual de importantes, como la amistad, la alegría y el apoyo mutuo - reflexionó Lucas. Decidió regresar a Progresolandia, pero no se olvidó de su experiencia en Oportunilandia.

Comenzó a valorar más las cosas sencillas y a ser solidario con quienes tenían menos. Con el tiempo, Lucas logró que en Progresolandia se preocuparan por ayudar a Oportunilandia a mejorar su calidad de vida.

Construyeron escuelas, hospitales y trabajaron juntos para que todos los niños tuvieran oportunidades de crecer y aprender. Desde entonces, los dos países se ayudaron mutuamente, entendiendo que la verdadera riqueza está en el valor que le damos a las personas y en el apoyo entre todos, sin importar las diferencias.

FIN.

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