El País de los Sentidos



Había una vez en un mundo mágico, dos niñas aventureras llamadas Doménica y Arianna. Un día, mientras jugaban en el bosque, encontraron un mapa antiguo con un mensaje especial:

—¡Bienvenidas al País de los Sentidos! —decía el mapa. —Sigan el camino para descubrir las maravillas.

Las dos amigas se miraron, llenas de emoción.

—¿Qué será ese País de los Sentidos? —preguntó Arianna, saltando de alegría.

—No sé, pero debemos descubrirlo —respondió Doménica, viendo sus ojos brillar.

Decidieron seguir el camino marcado en el mapa. Al poco tiempo, llegaron a un lugar donde los árboles estaban cubiertos de colores vibrantes y las flores cantaban melodías alegres. Se dieron cuenta de que cada cosa a su alrededor parecía tener vida propia.

—¡Mirá, Doménica! —exclamó Arianna—. ¡Las flores están bailando!

—Sí, y parecen felices —respondió Doménica—. Debemos acercarnos.

Se acercaron a las flores y, al tocarlas, sintieron una calidez que les llenó el corazón. De repente, una flor gigante se inclinó hacia ellas.

—¡Hola, pequeñas aventureras! —dijo la flor con una voz suave—. Bienvenidas al País de los Sentidos. Aquí todo habla del corazón y las emociones.

—¿Emociones? —inquirió Arianna—. ¿Qué son las emociones?

—Son lo que sentimos. La felicidad, la tristeza, el amor y el miedo —respondió la flor—. Aquí aprenderán sobre cada sentido y cómo cada uno de ellos nos ayuda a comprender el mundo.

Dominica y Arianna se miraron asombradas. La flor les ofreció guiarlas a su primera aventura.

—Seguirán el sonido de la música, allí encontrarán su primer sentido: el oído —sugirió la flor—. ¡Vamos!

Siguieron el sonido de una melodía encantadora y, pronto, llegaron a un lago donde criaturas mágicas tocaban instrumentos hechos de cristal. La música llenaba el aire de energía.

—¡Es hermoso! —gritó Arianna—. ¡Quiero aprender a tocar algo!

—Yo también —dijo Doménica—. ¿Podemos participar?

Una de las criaturas se acercó a ellas.

—Claro que sí. Para tocar un instrumento, primero deben escuchar con atención —les dijo—. Cada nota es como una emoción, deben sentirla.

Las niñas se pusieron a practicar, y tras un rato, lograron tocar una melodía juntas. El lago chispeaba con colores al ritmo de su música.

—¡Lo hicimos! —gritaron juntas, felices de haber podido experimentar el sentido del oído.

—Ahora, sigamos al siguiente sentido —dijo la flor—. Deben encontrar a la Gran Mariposa del Tacto.

—¡Una mariposa gigante! —preguntó Arianna, llena de curiosidad.

—Sí, vive en el Bosque de los Cuentos. ¿Están listas para seguir? —dijo la flor.

Así que las niñas se adentraron en el bosque. Al llegar, encontraron a la mariposa, cuyas alas brillaban como joyas.

—¡Hola, pequeñas soñadoras! —dijo la mariposa—. Soy la Gran Mariposa del Tacto. Para aprender de mí, deben sentir las texturas de las cosas a su alrededor.

Las niñas se pusieron a tocar diferentes elementos: el suave pelaje de un conejo, la rugosa corteza de un árbol y el suave hormigueo de la hierba.

—¡Es increíble! —exclamó Doménica—. Cada superficie se siente diferente.

—Así es —dijo la mariposa—. El tacto nos ayuda a percibir el mundo y a conectar con lo que nos rodea. Pero ahora, es tiempo de ir a buscar al Sapo del Olor.

—¿Un sapo? ¿Qué tiene que ver el olor? —preguntó Arianna.

—El olor va en el aire. Vamos —dijo la mariposa, llevándolas sobre sus alas.

Finalmente, llegaron a un campo lleno de hierbas aromáticas y flores fragantes. Allí, el Sapo esperaba, rodeado de un piquete de mariposas.

—Hola, niñas —saludó el Sapo—. En este lugar, aprenderán sobre el sentido del olfato. Para experimentar los olores del mundo, deben cerrar los ojos y oler con el corazón.

Las niñas cerraron los ojos, se dejaron llevar por los aromas de la menta, el jazmín y la lavanda.

—¡Son tan diferentes! —afirmó Arianna—. ¡Puedo sentir la alegría en cada olor!

—Excelente —respondió el Sapo—. Recuerden, el olfato también nos ayuda a recordar momentos especiales.

De repente, un fuerte viento sopló y el mapa voló de sus manos. Las niñas corrieron tras él, pero se encontró con un torrente de luces que las transportó a un claro, donde se encontraban ante un gigante árbol que parecía hablar.

—¿Dónde estamos? —preguntó Doménica, mirando a su alrededor.

—Has llegado al Árbol de la Vista —dijo el árbol—. Aquí aprenderán sobre el sentido de la vista. Sin embargo, deben resolver un acertijo para poder avanzar.

—¡Estoy lista! —dijo Arianna, llena de determinación.

El árbol sonrió y les planteó:

—Soy cambiado, pero siempre igual. Mirando hacia arriba, ¿qué ver yo puedo?

—¡El cielo! —gritaron las dos niñas al mismo tiempo.

El árbol asintió y con un movimiento de sus ramas, les mostró un hermoso cielo lleno de estrellas.

—Exacto, la vista nos regala el espectáculo day y noche. Pero, ahora, terminen su viaje y vayan al corazón del País de los Sentidos: hacia el Jardín de las Emociones. Allí, conocerán el último sentido: el gusto.

Con mucha emoción, las dos niñas tomaron el camino que les indicó el árbol, y pronto llegaron a un jardín lleno de frutas de todos los colores. Una anciana les sonrió desde una mesa llena de dulces.

—¡Bienvenidas, aventureras! —gritó la anciana—. Aquí pueden probar todo lo que deseen. Pero les enseñaré que el gusto también tiene su magia, que a menudo nos lleva a momentos compartidos.

Las niñas probaron frutas jugosas y postres deliciosos. Saborearon dulces y también aprendieron a disfrutar de sabores más amargos, recordando su jornada.

—¡Esto es lo mejor! —dijo Doménica—. Cada sabor cuenta una historia.

—Es cierto —respondió Arianna—. ¡Qué aventura hemos tenido!

Finalmente, la anciana les entregó un pequeño libro.

—Este es un regalo del País de los Sentidos. Escriban allí todas sus experiencias, porque cada uno de ustedes puede ser su propio cuento.

Las niñas abrazaron a la anciana y, emocionadas, con el regalo en sus manos, volvieron a casa. Desde ese día, aprendieron a valorar cada uno de sus sentidos, compartiendo risas y recuerdos por siempre.

Y así, Doménica y Arianna demostraron que el mundo está lleno de maravillas y que, con cada sentido, pueden descubrir la magia que los rodea y convertir sus experiencias en historias inolvidables.

FIN.

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