El pajarito agradecido



Rosario estaba emocionada porque por fin llegaron las vacaciones de verano. Había planeado pasar unos días en la casa del campo de su abuela, donde siempre se divertía y disfrutaba de la naturaleza.

Lo mejor de todo era que Pancho, su perro fiel, también iba a acompañarla en esta aventura. El primer día en el campo fue genial.

Rosario y Pancho corrieron por los prados verdes, jugaron con una pelota y descansaron bajo la sombra de un árbol. Pero al día siguiente, algo inesperado sucedió. Mientras paseaban por el bosque detrás de la casa de la abuela, Rosario escuchó un ruido extraño proveniente de un arbusto cercano.

Se acercó con cautela y descubrió a un pajarito herido que no podía volar. "¡Ay, pobrecito! ¿Qué le habrá pasado?" -se preocupó Rosario mientras acariciaba con cuidado al pequeño pájaro. Decidió llevarlo a la casa para curarlo y cuidarlo hasta que estuviera fuerte nuevamente.

Durante los siguientes días, Rosario se dedicó por completo a ayudar al pajarito herido. Le dio agua fresca, semillas y lo mantenía abrigado en una cajita cerca de la ventana para que recibiera luz solar.

Pancho también se sumó a esta tarea solidaria. Cuidaba al pajarito como si fuera parte de su familia: lo olfateaba con delicadeza y le daba lamidas amigables para reconfortarlo.

Con el paso del tiempo, el pajarito comenzó a recuperarse gracias al amoroso cuidado de Rosario y Pancho. Un día soleado, cuando finalmente sanó por completo sus alas lastimadas, decidió emprender vuelo hacia la libertad.

"¡Mira Rosario! ¡El pajarito está listo para volar!" -exclamó emocionada mientras lo veían alejarse en el cielo azul. Esa tarde, mientras contemplaban juntos el atardecer desde el jardín de la abuela, Rosario reflexionó sobre lo importante que es ayudar a quienes más lo necesitan sin esperar nada a cambio.

Aprendió que cada ser vivo merece amor y compasión, independientemente de su tamaño o especie.

Gracias a esa experiencia maravillosa junto a Pancho y el pajarito herido, Rosario comprendió que los actos bondadosos pueden traer alegría no solo a quienes los reciben sino también a quienes los brindan. Y así continuaron disfrutando sus vacaciones en el campo con corazones llenos de gratitud y felicidad compartida.

FIN.

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