Era un día soleado en la escuela primaria San Martín cuando Renata y Yahil, dos amigos inseparables, decidieron aventurarse al patio después del recreo.
Mientras exploraban entre los juegos, de repente, escucharon un suave trinar.
Sigilosos, se acercaron y descubrieron a un pequeño pajarito que había caído de su nido.
- ¡Mirá, Yahil!
¡Es un pajarito!
- exclamó Renata, con los ojos brillando de emoción.
- ¡Es adorable!
Pero parece perdido.
¿Qué hacemos?
- respondió Yahil, preocupado.
Sin pensarlo dos veces, decidieron llevar al pajarito a su maestra, la señorita Elena.
- Señorita Elena, encontramos un pajarito en el patio.
Está solito y no sabe a dónde ir - dijo Renata con voz temblorosa.
- ¡Qué bonito!
- dijo la maestra, sonriendo.
- Vamos a cuidarlo juntos.
Les propongo algo: si todos ustedes trabajan en equipo, podemos ayudar a este pequeño.
Los alumnos se agruparon, llenos de entusiasmo.
La señorita Elena organizó un plan.
Cada día, un grupo de niños traería comida y otros se encargarían de hacerle un pequeño refugio con mantas que sus padres pudieran conseguir.
Al día siguiente, todos llegaron con algo en sus manitas: semillas, agua, y muchas mantas de diferentes colores.
Renata y Yahil decidieron organizar la comida.
- ¡Vamos a hacer un menú para el pajarito!
- sugirió Yahil, mientras pensaba en todas las delicias que podrían ofrecerle.
- ¡Sí!
¿Y si le damos pan también?
- respondió Renata, con una idea que le sonaba deliciosa.
Así, la clase se comprometió a brindarle lo mejor al pajarito al que llamaron “Pico”.
Los días pasaron, y cada vez que Pico comía, todos los niños se llenaban de alegría.
Pero un día, Pico comenzó a moverse menos y a cantar menos.
Los niños se preocuparon.
- ¿Por qué Pico no come como antes?
- le preguntó Renata a la señorita Elena.
- Creo que necesita un lugar más cálido y tranquilo - respondió la maestra.
- Tal vez debamos construirle un pequeño nido con las mantas que trajeron.
Los niños, con entusiasmo renovado, se pusieron a trabajar.
Cada uno aportó su toque: Renata trajo flores de papel para decorar, mientras que Yahil le hizo un pequeño sillón con un trozo de tela.
Al final, Pico tuvo un nido acogedor y colorido.
Un par de semanas pasaron y Pico empezó a sentirse mejor.
Los niños aprendieron a cuidar de él, observar su comportamiento, y se dieron cuenta de cuánto necesitaba su libertad.
Renata propuso un plan que todos aplaudieron.
- Creo que debemos liberar a Pico ahora que está bien.
Él pertenece al cielo y a los árboles.
- dijo Renata con firmeza.
- ¡Sí!
- gritaron los demás.
- ¡Libéralo!
Ese día, Renata y Yahil organizaron una despedida para Pico.
Todos los niños se reunieron en el patio, el corazón latiendo con emoción.
- Este es el momento, Yahil.
- dijo Renata, mientras acariciaba a Pico suavemente.
- ¡Los pajaritos vuelan libres, y es lo que debe hacer!
- añadió Yahil, con una sonrisa.
Con un suave movimiento, Renata abrió sus manos y Pico voló alto, dando giros alegres en el aire.
Los niños lo observaron maravillados, sus corazones llenos de amor y alegría.
- ¡Adiós, Pico!
- gritaron todos al unísono.
Desde aquel día, los pequeños aprendieron sobre la responsabilidad, el trabajo en equipo y el valor de la libertad.
Renata y Yahil miraban al cielo, esperando ver a su amigo volar una vez más.
Comprendieron que habían hecho algo maravilloso juntos.
Y así, Pico se convirtió en parte de sus recuerdos más valiosos, simbolizando el trabajo en equipo y el amor hacia los seres vivos.
Más tarde, la señorita Elena les dijo:
- Y así, cada vez que veamos volar a un pajarito, recordaremos que todos somos parte de la naturaleza y que debemos cuidarla.
Y los niños nunca olvidaron esa lección, por lo que siempre estarán atentos a la naturaleza que los rodea.