El pajarito herido
Un día soleado, Catalina y Martina estaban jugando en el patio de la casa de su abuela. Tenían una casita de juguete donde jugaban a ser mamás y papás.
"¡Vamos a preparar un picnic para nuestros muñecos!"- dijo Martina emocionada. Las dos niñas comenzaron a buscar en la despensa de Niní todo lo que necesitaban para el picnic: sándwiches, frutas y galletitas. Luego, llenaron una canasta con todas las delicias y se dirigieron al jardín.
Mientras disfrutaban del picnic, vieron algo moverse en los arbustos. Era un pajarito herido que no podía volar. "¡Pobrecito! ¿Qué le habrá pasado?"- exclamó Catalina preocupada.
Martina tomó la iniciativa y decidió cuidar al pajarito hasta que pudiera volar nuevamente. Las niñas buscaron una caja acolchada con algodón para hacerle una camita al pajarito mientras pensaban qué hacer. Decidieron llevarlo a su abuela Niní, quien tenía mucha experiencia cuidando animales heridos.
Juntas, llevaron al pajarito hasta la cocina donde Niní estaba preparando el almuerzo. Niní se sorprendió al verlas llegar con el pequeño pajarito herido pero rápidamente tomó medidas para ayudarlo.
Preparó una jaula especial con ramas y hojas para que el pajarito tuviera un lugar cómodo donde descansar mientras sanaba sus alas. Catalina y Martina aprendieron mucho sobre cómo cuidar a los animales heridos gracias a su abuela Niní. Aprendieron a darles agua, comida y mucho amor para que se sintieran mejor.
Día tras día, las niñas visitaban al pajarito y lo cuidaban con mucho cariño. Le daban de comer insectos pequeños y le hablaban suavemente mientras acariciaban sus suaves plumas. Pasaron semanas y el pajarito comenzó a recuperarse lentamente.
Un día, mientras las niñas estaban en el patio jugando, el pajarito salió volando de la jaula y se posó en una rama del árbol más alto. Catalina y Martina saltaron de alegría al verlo volar libremente otra vez.
Sabían que habían hecho un buen trabajo cuidándolo y ayudándolo a sanar. "¡Lo logramos! Nuestro amigo está feliz y sano"- exclamó Catalina emocionada. "Sí, pero no olvidemos que siempre debemos cuidar a los animales"- dijo Martina sabiamente.
Las dos niñas aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de ayudar a los demás seres vivos. Desde ese día, prometieron siempre estar atentas a cualquier animalito que necesitara ayuda.
Y así, Catalina y Martina continuaron disfrutando de sus días llenos de juegos en el patio de la casa de su abuela Niní. Cada vez que veían un animal herido o necesitado, recordaban cómo ayudaron al pajarito y buscaban la manera de hacerlo sentir mejor.
El patio seguía siendo su lugar favorito para jugar, pero ahora también era un refugio para aquellos seres indefensos que necesitaban amor y cuidado. Juntas, Catalina y Martina demostraron que incluso a temprana edad, se pueden hacer grandes cosas para ayudar a los demás.
FIN.