El pajarito sanador
Había una vez un niño llamado Yeison que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles frondosos.
Desde muy chico, Yeison tenía la costumbre de buscar siempre el lado positivo de las situaciones, por más difíciles que parecieran. Un día, mientras paseaba por el bosque, encontró a un pajarito herido. En lugar de asustarse o entristecerse, Yeison decidió cuidarlo y llevarlo a su casa para curarlo.
Le construyó un pequeño nido con ramitas y hojas, le dio agua y comida todos los días, y lo cuidó con mucho amor y paciencia. El pajarito, al ver la dedicación de Yeison, sanó rápidamente y empezó a cantar alegremente todas las mañanas.
Su canto llenaba de alegría todo el pueblo y todos se maravillaban de la bondad del niño. Un día, mientras caminaba por el mercado del pueblo, Yeison se encontró con una anciana triste sentada en un banco.
Se acercó a ella con una sonrisa en el rostro y le preguntó qué le pasaba. La anciana le contó que se sentía sola porque sus hijos vivían lejos y apenas la visitaban.
Yeison escuchó atentamente su historia y sin dudarlo un segundo le propuso acompañarla todos los días para hacerle compañía. Desde ese día, Yeison visitaba a la anciana todas las tardes después de la escuela. Juntos charlaban, jugaban a las cartas e incluso cocinaban juntos ricas recetas.
La anciana volvió a sonreír gracias a la compañía del niño bueno que había llegado a su vida.
Un domingo por la tarde, mientras paseaba por el parque del pueblo con el pajarito posado en su hombro y tomado de la mano de la anciana feliz, Yeison se detuvo frente al lago para contemplar el atardecer. De repente vio algo brillante flotando en el agua. Se acercó lentamente y descubrió que era una botella con un mensaje dentro.
Con cuidado sacó el papel mojado y lo leyó en voz alta: "Quien encuentre este mensaje tendrá tres deseos para pedir lo que quiera".
Yeison no podía creerlo; ¡tenía tres deseos! Pero en lugar de pensar en cosas materiales o caprichos egoístas, decidió pedir tres cosas que beneficiaran a todo su pueblo: salud para los enfermos, alimentos para los hambrientos y alegría para los tristes.
Al instante, los deseos se cumplieron: los enfermos sanaron milagrosamente, aparecieron cestas llenas de comida en las casas más necesitadas y risas resonaron por todo el pueblo como nunca antes. Yeison entendió entonces que siempre hay algo bueno incluso en las situaciones más difíciles si uno sabe mirar con buenos ojos.
Y así siguió viviendo aventuras maravillosas ayudando a quienes lo rodeaban con amor incondicional. Y colorín colorado, este cuento ha terminado. ¡Que viva Yeison, el niño bondadosoque ve siempreel lado luminoso!
FIN.