El Pajarito y la Niña



Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, una niña llamada Valentina. Era curiosa y siempre estaba dispuesta a explorar la naturaleza. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, escuchó un extraño ruido. Sigilosamente se acercó y se dio cuenta de que era un pajarito recién nacido que había caído de su nido.

Valentina, al ver al pajarito solitario y asustado, sintió una gran compasión.

"No te preocupes, pequeño, yo te ayudaré"- dijo, mientras lo recogía con suavidad en sus manos.

Llevó al pajarito a casa, donde hizo un cálido nido con una caja de cartón y un poco de pajita. Durante los días siguientes, Valentina y su mamá se encargaron de alimentarlo con un poco de agua y migajas de pan. El pajarito, a quien Valentina decidió llamar Pluma, rápidamente se convirtió en su mejor amigo. Cada mañana, Valentina se despertaba con el canto alegre de Pluma, quien la seguía a todas partes de la casa.

Con el tiempo, Valentina comenzó a enseñarle a Pluma cómo volar. Al principio, Pluma solo daba pequeños saltos, pero con mucho ánimo y motivación, Valentina nunca se rindió.

"¡Vamos Pluma, ¡puedes hacerlo!"- le decía, animándolo con cada pequeño avance.

Un día, mientras estaban en el jardín, Valentina soltó a Pluma por primera vez para que intentara volar.

"¡Ahora es tu momento, Pluma!"- gritó con entusiasmo. El pajarito expandió sus alas pequeñas y, tras un par de intentos torpes, finalmente se elevó en el aire. Valentina aplaudía emocionada.

"¡Lo hiciste! ¡Estás volando, Pluma!"- exclamó con alegría.

Pero pronto, los días se hicieron más cálidos y Pluma comenzó a sentir la llamada de la naturaleza. Un día, mientras Valentina lo observaba, Pluma se posó en su hombro y miró hacia el cielo.

"Valentina, creo que es hora de que vuele lejos y explore más allá de este lugar"- le dijo el pajarito con su pequeño trino.

"No, Pluma, no te vayas! ¡Eres mi mejor amigo!"- suplicó Valentina, sintiendo un nudo en el estómago.

"Siempre serás mi mejor amiga, Valentina. Volar es lo que tengo que hacer, pero siempre volveré a visitarte"- respondió Pluma.

Con el corazón apretado, Valentina supo que era lo correcto. "Está bien, Pluma. ¡Ve y descubre el mundo!"- le dijo entre lágrimas. Máximo, con un empujón de alas, se lanzó al aire y desapareció entre los árboles.

Los días pasaron y Valentina se sintió un poco sola, pero sabía que Pluma estaba cumpliendo su destino. Un día, mientras estaba en el jardín, escuchó un trinar familiar. Miró hacia arriba y vio a Pluma volar en círculos sobre su cabeza.

"¡Pluma!"- gritó feliz. El pequeño pájaro bajó y se posó en su mano.

"Te extrañé tanto, Valentina. El mundo es hermoso, pero no hay lugar como tu lado"- dijo Pluma, quien parecía más grande y fuerte.

Desde ese día, Pluma continuó visitando a Valentina. Cada vez que regresaba, le contaba historias sobre sus aventuras. Valentina aprendió que, aunque a veces los amigos deben aprender a volar solos, siempre podrían volver a encontrarse y compartir sus historias.

A través de esta experiencia, Valentina entendió lo valioso de la amistad y la importancia de dejar ir, sabiendo que los lazos de amor jamás se rompen. Y así, la niña y su pajarito siguieron creando momentos mágicos, no importaba cuán lejos volara. Valentina nunca dejó de soñar con las aventuras que todavía vivirían juntos.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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