El Palacio del Arcoíris


Había una vez en un lugar muy lejano, una ciudad donde todas las personas y todas las cosas eran grises. Desde los edificios hasta la ropa que vestían, todo carecía de color y alegría.

La vida en esta ciudad era monótona y aburrida. Un día, la ciudad recibió una invitación muy especial: el palacio del color buscaba visitantes para compartir su magia y alegría.

Tres amigos llamados Mateo, Lucía y Tomás decidieron aceptar esa invitación y emprender un emocionante viaje hacia el palacio. Al salir de la ciudad gris, se encontraron con un gran bosque espeso lleno de árboles altos y frondosos.

Mientras caminaban entre los senderos del bosque, algo llamó su atención: un enorme monolito de piedra brillante en medio del camino. - ¡Miren! - exclamó Mateo señalando el monolito - ¿Qué creen que sea? Lucía se acercó curiosa al monolito e intentó tocarlo. Al hacerlo, sintió una extraña energía recorrer su cuerpo.

- ¡Guau! ¡Está vibrando! - dijo sorprendida. Tomás pensó por un momento antes de sugerir:- Tal vez este monolito esconde algún tipo de secreto o mensaje importante para nosotros. Debemos investigarlo más a fondo.

Decididos a descubrir qué había detrás del misterioso monolito, los tres amigos comenzaron a buscar pistas alrededor. Después de mucho explorar, encontraron unas pequeñas inscripciones grabadas en la base del monumento.

"Para encontrar el verdadero color, deben buscar en su interior" - leyó Mateo en voz alta. Los tres amigos se miraron confundidos, sin entender el significado de esas palabras. Sin embargo, sabían que no podían rendirse y debían seguir adelante. Continuaron caminando por el bosque hasta llegar a un río cristalino.

Allí, vieron reflejadas sus caras grises y tristes en el agua. - ¿Qué creen que quiera decir eso de "buscar en nuestro interior"? - preguntó Lucía pensativa.

Tomás sonrió y respondió:- Creo que significa que para encontrar la verdadera alegría y los colores de la vida, debemos buscar dentro de nosotros mismos. Debemos descubrir nuestras pasiones y sueños más profundos.

Con esta nueva idea en mente, los tres amigos cerraron los ojos e imaginaron cosas maravillosas: paisajes llenos de color, animales juguetones y personas felices. Poco a poco, comenzaron a sentir una energía especial dentro de ellos. Cuando abrieron los ojos nuevamente, algo mágico ocurrió.

El mundo que los rodeaba ya no era gris; ahora estaba lleno de colores vibrantes y brillantes. Los árboles eran verdes exuberantes, las flores tenían tonalidades hermosas y todo parecía cobrar vida. Llenos de emoción, continuaron su camino hacia el palacio del color con una sonrisa radiante en sus rostros.

Al llegar al palacio del color fueron recibidos por seres mágicos que les explicaron cómo mantener siempre vivos esos colores en sus vidas: cultivar la amistad sincera, ayudar a los demás, ser agradecidos y nunca dejar de soñar.

Los tres amigos regresaron a su ciudad gris convertida en un lugar lleno de alegría y color.

Compartieron con todos los habitantes las enseñanzas del palacio del color y juntos comenzaron a pintar murales, decorar calles y crear obras de arte que llenaron la ciudad de vida. Desde aquel día, la ciudad gris se convirtió en un lugar donde todas las personas disfrutaban cada momento, encontraban la belleza en las pequeñas cosas y vivían rodeados de colores.

Y así, gracias al poder del amor, la amistad y el autodescubrimiento, Mateo, Lucía y Tomás lograron transformar una ciudad triste en un lugar lleno de felicidad.

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