El pan del corazón



Había una vez una niña llamada Sofía que siempre se sentía hambrienta, aunque hubiera comido recientemente. Su madre le preparaba deliciosos platos, pero nada parecía saciar su hambre.

Un día, mientras jugaba en el parque, vio a un grupo de chicos riendo y compartiendo. Sofía sintió un vacío en su pecho.

"¿Por qué no me siento parte de ellos?" - murmuró.

Sofía decidió acercarse.

"Hola, ¿puedo jugar con ustedes?" - preguntó tímidamente.

"Claro, ven a jugar al escondite" - respondió uno de los chicos. Sofía se unió al juego y, por primera vez, sintió una calidez en su corazón.

A medida que jugaban, notó que cada risa y cada abrazo cálido de sus nuevos amigos la hacían sentir menos sola. Sin embargo, al llegar a casa, la sensación de vacío regresó.

Al día siguiente, Sofía decidió que quería hacer algo diferente. Quería invitar a sus amigos a casa.

"Mamá, ¿puedes ayudarme a preparar algo rico para mis amigos?" - le pidió.

"¡Por supuesto, hijita!" - respondió su madre con una sonrisa. Sofía y su madre cocinaron galletitas de choclo y tortas de manzana. Mientras cocinaban, Sofía le dijo a su mamá:

"Mamá, a veces siento un hambre que no es de comida. Siento que me falta algo en el corazón."

Su mamá la miró con ternura.

"Sofía, a veces el corazón necesita algo más que comida. Tal vez necesita amor, compañía y amistad. ¿Te gustaría invitar a tus amigos para compartir un momento juntos?"

Emocionada, Sofía invitó a todos sus nuevos amigos. Cuando llegaron, la casa se llenó de risas y charlas.

"¡Esto es increíble!" - exclamó uno de los chicos al probar las galletitas. Entonces, Sofía sintió un calor agradable en su pecho. Más que nunca se dio cuenta de que lo que realmente necesitaba era conectar con otros, compartir momentos y ser parte de algo.

Después de pasar la tarde jugando, sus amigos comenzaron a irse, pero antes de marcharse, uno de ellos la abrazó y dijo:

"¡Gracias por la merienda, Sofía! ¡Sos genial!"

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Sofía reflexionó sobre su día.

"Hoy fui feliz, no por la comida, sino por los momentos que compartí. ¡Ahora entiendo!" - pensó sonriendo.

Desde ese día, Sofía ya no se sintió hambrienta. Aprendió que a veces el alimento del corazón es la amistad, el amor y los momentos que compartimos con los demás. Así, cada vez que sentía ese vacío, se rodeaba de amigos, risas y buenos momentos, dejando de lado esa peculiar hambre emocional.

Y así, Sofía aprendió que el verdadero pan para su corazón era la conexión con los demás, y nunca más se sintió sola ni hambrienta de amor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!