El Panadero y el Lechero



Había una vez en un pequeño pueblo argentino un panadero llamado Don Tadeo. Don Tadeo era conocido por su sabroso pan fresco, que todos los días llenaba de aroma el aire del pueblo. Cada mañana, el lechero, el Sr. Bertucci, pasaba a comprar pan y a entregar leche.

Una mañana, mientras Don Tadeo estaba preparando los baguettes, notó que había algo extraño en la cantidad de leche que recibía por la cantidad de pan que le ofrecía al lechero. Era un día soleado y decidió poner a prueba su sospecha.

"¿Cómo puede ser que con un pan tan grande, solo reciba medio litro de leche, Sr. Bertucci?" - le preguntó Don Tadeo, recordando que antes había recibido más leche por un pan de tamaño similar.

"Ah, Tadeo, ya sabes que la leche siempre debe ser fresca y eso tiene su precio" - respondió el lechero con una sonrisa, mientras llenaba la jarra.

Sin embargo, Don Tadeo no se quedó satisfecho con la respuesta.

Esa noche, decidió hacer una prueba y preparó diferentes tamaños de panes. Al día siguiente, se lo comentó a su esposa, Doña Clara.

"Clara, tengo una sospecha con el Sr. Bertucci y su leche. Voy a averiguar si realmente me está dando lo que corresponde" - le dijo, decidido.

Con el pan pesado y anotados los tamaños, comenzó a entregar distintos panes al lechero. Al finalizar la semana, se dio cuenta de que la cantidad de leche que le entregaba el lechero se basaba en el peso de los panes que le daba. Entonces, se le ocurrió un plan.

Al día siguiente, se presentó más feliz que nunca:

"¡Buenos días, Sr. Bertucci! Hoy le traigo el pan más ligero de todos!"

El lechero, curioso, tomó la barra de pan liviana.

"¡Qué pan tan ligero, Tadeo! Me imagino que por la liviandad, recibiré un poco más de leche, ¿verdad?" - dijo el lechero, riendo.

Don Tadeo, con una mirada pícara, le respondió:

"Pero claro, amigo, al ser más liviano, ¡la leche debe ser proporcional!" - Esto hizo que el lechero se detuviera en seco.

Esa tarde, ambos hombres se encontraron en la plaza del pueblo.

"Don Tadeo, no me diga que se ha dado cuenta de mis trucos con la leche", se sonrojó el lechero.

"Solo he notado que mide la leche en función del peso del pan que le doy. Todos contamos y somos parte de la comunidad, Sebastián. Necesitamos ser justos. ¿Por qué no hablamos de esto?" - sugirió Don Tadeo.

El lechero, sorprendido por la valentía de Tadeo, asintió.

"Tenés razón, Tadeo. He estado siendo un poco, digamos, curioso. No pensé que alguien se daría cuenta..." - admitió el lechero.

"Entiendo, pero lo más importante es que todos podamos sentirnos bien por el trabajo que realizamos, y ser justos. A veces la gente no se siente bien por cosas pequeñas, como un poco de leche menos o un pan más pesado. Así que, ¿qué te parece si acordamos nuevas medidas que sean justas para los dos?"

El lechero sonrió, sintiéndose aliviado.

"Me parece una excelente idea, Tadeo. Agradezco que me lo hayas dicho. Vamos a definir juntos lo que es justo y trabajar en la confianza para que nuestro negocio funcione, y así, ¡todos salimos ganando!"

Así fue como, gracias a la valentía de Don Tadeo para hablar, tanto el panadero como el lechero se unieron para compartir transparencia y confianza. Y desde ese día, el Sr. Bertucci empezó a medir la leche con un recipiente adecuado, y Don Tadeo se sintió feliz al poder alimentarse con leche fresca, sin dudas sobre la cantidad.

Y así, la amistad entre el panadero y el lechero se volvió más fuerte, y juntos comenzaron a crear más recetas, combinando el pan y la leche de formas creativas.

El pueblo entero se benefició de su colaboración y, en la plaza, los niños aplaudían y elogiaban el pan suave y la leche cremosa. Y así aprendieron entre ellos sobre la importancia de la honestidad, la amistad y el poder de la comunidad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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