El paraguas mágico de Tomás


Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Tomás era un niño alegre y curioso, siempre buscando nuevas aventuras. Un día, mientras caminaba por el bosque, comenzó a llover.

Pero no era una lluvia común y corriente; esta lluvia tenía algo especial. Cada gota que caía del cielo llevaba consigo los colores más brillantes del arcoíris.

Tomás se dio cuenta de esto cuando vio cómo las gotas de agua se convertían en pequeñas explosiones de color al tocar el suelo. Sin pensarlo dos veces, sacó su paraguas y comenzó a reagarrar todas las gotas que podía.

Con cada nueva gota recolectada, el paraguas de Tomás se llenaba de colores vibrantes: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. El niño estaba maravillado por este fenómeno tan mágico. Mientras seguía recolectando las gotas multicolores con su paraguas, notó algo aún más sorprendente.

Cada vez que abría el paraguas para protegerse de la lluvia, los colores salían disparados como rayos luminosos hacia todas partes. "¡Guau! ¡Esto es increíble!"- exclamó Tomás emocionado. El niño decidió entonces compartir la magia del arcoíris con todos los habitantes del pueblo.

Corrió hasta la plaza principal y desplegó su paraguas gigante frente a todos ellos. "¡Atención! ¡Atención! ¡Tengo algo maravilloso para mostrarles!"- gritó Tomás. La gente se acercó con curiosidad, sin saber qué esperar.

Y entonces, el niño abrió su paraguas y dejó que los colores del arcoíris llenaran el cielo. Todos quedaron boquiabiertos al ver cómo la lluvia se transformaba en una explosión de colores brillantes sobre sus cabezas.

Las calles grises y aburridas del pueblo se llenaron de vida y alegría. Las risas y los aplausos inundaron la plaza mientras las personas bailaban bajo los rayos multicolores. El pueblo entero se unió en una gran fiesta llena de música y diversión.

Ese día, Tomás descubrió que la magia no solo está en los cuentos de hadas, sino también en las cosas simples de la vida como la lluvia y los colores del arcoíris.

A partir de ese momento, cada vez que llovía, Tomás sacaba su paraguas mágico y compartía con todos el regalo del arcoíris. Su pequeño gesto trajo felicidad a muchas personas y enseñó a todos la importancia de apreciar la belleza que nos rodea.

Y así, gracias a un niño valiente y curioso llamado Tomás, aquel pequeño pueblo siempre tuvo un toque especial cada vez que llovía: una explosión de colores que recordaba a todos lo hermoso que puede ser el mundo si aprendemos a mirarlo con ojos llenos de asombro.

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